Me ha contado un pajarraco que ha venido volando desde Chantajistán que la así llamada prensa deportiva farsalana (digamos, la butifarra mediática) va diciendo que sus colegas madrileños son la caverna mediática.
Esto me ha sonado rápidamente a Platón. No, no era un extremo griego del Panathinaikós, sino un cerebro, digo filósofo, que impartía su magisterio en Atenas hace más de dos milenios.
Uno de los mitos que creó para la enseñanza de su doctrina hablaba metafóricamente de una caverna para explicar su opinión sobre la viabilidad del conocimiento humano. Para Platón, la percepción del hombre es capaz de captar dos mundos que están tajantemente separados: el sensible, al que se llega por medio de los sentidos, y el inteligible, sólo accesible racionalmente y que no todos alcanzan.
Decía Platón que si unos humanos se hallaren en una caverna en la que han nacido de forma que sólo pudieren mirar en una dirección y tras ellos se hiciere fuego en el camino hacia la entrada de la cueva, esos hombres atrapados verían proyectadas en la pared que tienen ante sí diversas figuras (por ejemplo, la de otros hombres que deambulan junto a la hoguera portando objetos.
Esos prisioneros considerarían, en tal situación, que las sombras que vislumbran son reales en sí mismas, no representaciones o proyecciones de otras entidades que no pueden captar.
En el caso de que uno de los cautivos fuere liberado, al volverse hacia la hoguera quedaría sorprendido al comprender que las sombras observadas previamente eran mero eco visual de los objetos y seres que ahora puede contemplar directamente. Si fuere, seguidamente, obligado a salir, aún tendría que asumir nuevas formas mucho más diversas y complejas del mundo exterior.
Resumiendo, si volviere junto a sus compañeros para liberarlos y les describiere cómo es verdaderamente la realidad, éstos se reirían de él y se resistirían incluso a acompañarlo afuera; pues no podrían concebir un mundo distinto del único que habían conocido hasta entonces.
En La República , Platón viene a dar una interpretación de esos dos mundos, que él designa el estado de la naturaleza humana cuando se tiene formación (o información adecuada) o cuando se carece de ella. Asimismo, Platón era consciente de que no todos eran susceptibles de recibir el conocimiento más completo.
Pues bien, ya que los madrileños estamos en la “caverna”, habra que dilucidar, para empezar, cuál es nuestro papel en ella, el de los “ilusionados” (madridistas que aún no han descubierto el juego de los embaucadores butifarreros)) o el de los “esclarecidos” (los que os van a combatir para rescatar a sus compañeros). Mucho me temo que la mayoría está encadenada a los prejuicios que su ignorancia (y la manipulación) les imponen. Pero no todos están así; algunos, los ya liberados, se propone justamente abrir los ojos a los demás.
Seguramente, no todos querrán acompañarlo en su intento de averiguar cómo es realmente el mundo; pero, para desgracia de los farsalanes, sí habra quien les haga caso. Por tanto, se están empezando a acabar los buenos tiempos para los tiquiatraqueros. No pasará mucho antes de que ya no os resultará agradable usar el término “caverna”; porque no estáis acostumbrados a tener réplica en los medios y eso es justamente lo que os va a tocar soportar desde ahora.
Antonimus
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