El Patético de Aviación (¡nunca más merecido este nombre!) va llorando porque el sábado perdió, una vez más en el Bernabeú el partido de Eternos Rivales (y ya no sabe uno cuántas veces lo ha hecho, pues no nos ha ganado en todo este milenio). Al parecer, no dio suficientes patadas al Madrid para evitarlo y ahora, sólo después de acabado el encuentro, es cuando se acuerda del reglamento y se permite opinar sobre su aplicación. ¡Alegrémonos! Aunque lo haga para atacarnos, al menos ésto acredita que ha oído hablar de su existencia.
Ahora resulta que se queja de la interpretación del reglamento por parte del árbitro la misma “pandilla” que se desentendió deliberada y manifiestamente de dicha norma para luchar contra nuestro equipo con todas sus armas (literalmente) ilegales en vez de intentar ganarlo jugando al fútbol (no es sólo mi opinión: su entrenador lo proclamó con la chulería de lumpenfurborero que es ya seña de identidad irrenunciable de los fracasados colchoneros).
Que los delincuentes acusen a la policía de no cumplir la ley cuando ellos viven del delito es lo último que nos quedaba por oir. Decididamente, el Patético está dispuesto a seguirse superando a sí mismo a la hora de hacer el ridículo. Pero no es tan extraño en ellos; como decía mi tío Luis, en Madrid hay dos clases de personas, están los madrileños (madridistas) y luego los leños de Madrid; a cada cual le corresponde desempeñar su papel.
En el fondo, el Patético es coherente; si le dejaran, retiraría del fútbol a un par de madridistas cada vez que “juega” contra nosotros; o sacaría 15 jugadores al campo; o metería los goles con la mano, a lo Messi...Pero lo que los tramposos patéticos no entienden es que también nosotros sabemos luchar por nuestros intereses, solo que mucho mejor que ellos; porque lo hacemos en y a lo largo de todo el partido, no corriendo sólo una parte y llorando el resto mientras se le echa la culpa al destino y no al propio desatino. Por eso, sabiendo la que nos espera cada vez que nos enfrentamos a ellos, nosotros cantamos victoria sólo al final, que es cuando vale. Después lo olvidamos sin más; porque, la verdad, ¿tiene mérito ganar a “esos”?
Ahora resulta que cuando un entrenador y unos desaprensivos salen a un campo a evitar que haya fútbol por lo criminal (lo civil no es mencionable siquiera, tratándose de su caso) el que “se carga el partido”, con la expulsión reglamentaria o el penalty descarado perpetrado por los del Patético, es el árbitro, ¡no ellos!, los que no sólo timan al espectador el precio de su localidad (Mou dixit) sino que se niegan a asumir la responsabilidad por sus actos y sus carencias (la clasificación es suficientemente elocuente); sencillamente, oyéndolos hablar así, uno sólo puede llegar a la pensar que semejantes “formas de vida” están para el manicomio (y cuanto antes las encierren, tanto mejor para la integridad física de los merengues).
Por cierto, la jugada de Benzama no fue “decisiva” porque el árbitro pitara en ella penalti y expulsión sino porque el Madrid fue capaz “jugando fatal” de llevar el balón hasta allí y nuestro delantero de jugar el balón espléndidamente, como suele. Simplemente, era cuestión de tiempo que los patéticos se cansaran de correr; inevitable que se impusiera la calidad a la antideportividad; no ha sido en nada diferente a lo que pasa casi siempre cuando jugamos con ellos (en todos los sentidos). A partir de ahí, el “notable” juego patético consistió en dar patadas desmedidas a sus rivales confiando en que el árbitro no tuviera ganas de suspender el partido por falta de suficientes navajeros, digo colchoneros, sobre el terreno de juego.
Y, como colofón, salieron cabreados del partido para evitar que sus aficionados les hicieran las preguntas incómodas que no pueden contestar sin inculparse. ¡Felicidades! ¡Sois los campeones mundiales de los payasos! No sé cómo conseguís engañar aún a los fanáticos que os siguen comprando la renovada leyenda que les contáis cada año para justificar vuestro nuevo “proyecto” como club. Por nosotros, seguid así siempre; pero el próximo año mejor jugad con el Castilla en segunda, que ya no nos apetece que nos sigáis partiendo la espinilla.
Antonimus.
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