¡Queridos madridistas!, ¡Hermanos todos en la Verdad Blanca !
Sabemos que son muchos los réprobos que van especulando sobre la primacía del fútbol mundial; unas veces, discuten la evidencia de qué club es el mejor de la historia; otras, qué jugador es el mejor, actualmente o de todos los tiempos. Es llegado el momento, hermanos, de dilucidar todas estas cuestiones y excomulgar a todos esos sacrílegos y herejes por su contumacia y manifiesta animadversión hacia los merengues.
Sabed que en el principio creó Bernabéu El Club por antonomasía; para hacerlo, se sirvió como instrumento del sumo sacerdote del Madridismo, la Saeta Rubia , al que con ello elevó hasta el cielo al dotarlo de la condición de Héroe Blanco. Pero hasta entonces el fútbol de club estaba todavía desordenado, vacío de competiciones importantes. Y se dijo Bernabéu: “no es bueno que El Club esté sólo; démosle una compañera”. Y para ello, apoyó una idea del profeta L’Equipe y creó de cinco costillas de Di Stéfano la Copa de Europa.
Al principio reinó la concordia entre Club y Copa; pero la envidiosa serpiente uefista logró introducirse en el edén y sembró la injusticia. En la sexta edición de la Copa de Europa, los arcángeles de la Pérfida Albión , esbirros de la Unión Europea de Financieros Antimadridistas, expulsaron ignominiosamente al Madrid de la que, por derecho de conquista, llama con toda propiedad Su Competición.
Desde entonces, el fútbol europeo está en manos perversas y deletéreas para los blancos de espíritu. Muchos han sido los que se han ofrecido a servir a ese platínico Lucifer de múltiples cabezas; cuyo especioso oropel refulgente deslumbra y conculca a los tibios de corazón. Mas no temáis, hermanos: todos serán puestos en el Índice Blanco para su público escarnio y recibirán el peor castigo concebible: tener que asistir a nuestro Triunfo Final mientras sufren torturas inefables eternamente.
No os extrañe, pues, que, reiteradamente, intenten negarnos el pan y la sal y sostengan con estulticia que nuestros imitadores nos superan en calidad o en cantidad de títulos. Son los mismos que niegan la existencia del Pentateuco de las cinco primeras ediciones; o la de la consagración urbi et orbi del mismísimo don Alfredo como el jugador más completo, ergo mejor, de todos los tiempos. Y es a esta cuestión concreta a la que quisiera referirme en mi homilía de hoy.
Todos sabemos que existen los falsos profetas y los falsos messías. Los falsos profetas describen en sus pergaminos una realidad falsa e interesada. Venden por treinta florines farsalanes su exigible compromiso con la verdad, omitiendo la Revelación de los triunfos del Madridismo y buscando con envidia nuestra perdición; y los falsos messías (Cruyff, Maradona, Pele…Messi), ayudados por intereses abominables y pecuniarios, intentan suplantar los superiores méritos de nuestros mejores jugadores, antaño Di Stéfano, hogaño Cristiano Ronaldo.
¿Cómo orquestan sus campañas infernales a tales propósitos? Negando goles marcados realmente; acusando de desmesura por sus ademanes en el juego o en las celebraciones tras sus remates fructíferos; levantando falso testimonio o escandalizando por doquier en su contra. Todo vale, oh hermanos, con tal de socavar nuestros triunfos, cuando no, directamente, de negar su existencia.
La más artera de sus maquinaciones insidiosas es aplicar las Tablas de La ley Balompédica con doble rasero mediante ministros infames y tortuosos, que nos persiguen con sus silbos en lugar de administrar justicia: así, dan toda la protección para nuestros adversarios y endilgan toda la persecución de que son capaces a nuestras figuras, cabe decir, a nuestros mártires. Pero, reparad, hermanos, que, ¡ni aún así! logran opacar nuestros logros! Podrán despojarnos, sí, como hacen siempre que pueden, de algunos triunfos que hemos merecido en el terreno de juego, pero no lograrán doblegarnos nunca. Y nuestra venganza será apocalíptica.
Rechazad pues resueltamente que sean comparables ese diminuto falso Messi con el excelso Messías Verdadero, Cristiano. Reverenciad a éste, no al cátaro argentino, que como un sepulcro blanqueado arrastra su triste perplejidad sin comprender, esteee…, a quién ha desafiado. ¡Anatema eviterno contra esta forma de vida extraviada!
Y ahora id, hermanos, y extended la Buena Nueva Madridista. ¡Sabed que la redención está cerca! ¡Velad para que el tránsito al Otro Campeonato no os coja en una actitud inadecuada, quizá en un imperdonable momento de duda respecto a vuestros colores! Porque entonces no podréis acompañarnos en el Walhalla Madridista ni podréis gozar de la contemplación eterna de los trofeos de nuestro equipo.
Así sea por siempre y también después.
Antonimus dixit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario