Al parecer, un filósofo de la ciencia llamado Popper dijo en clase en cierta ocasión a sus alumnos: “Miren”; y se quedo callado. Paso un rato y alguien se atrevió a preguntar: “¿Qué?”. Entonces, Popper contestó: “Hay que decir previamente qué hay que mirar para poder verlo, ¿no es cierto?”.
Algo parecido le pasa a Mou y sus colaboradores portugueses. Vemos continuamente como ciertos banquillos (especialmente ése que todos estamos pensando) pueden montar el jaleo del mismísimo carnaval de Río con el añadido de las poses fatalistas de la tragedia griega sin que pase nada, pero basta que Faría o Mou respiren para que el árbitro, auxiliado por su gestapo particular en la zona técnica, desencadene sobre estos portugueses los rayos de Júpiter (algo que también experimentan, nada casualmente, otros lusitanos del Madrid (particularmente, Pepe y Cristiano). La verdad es que suena a consigna.
Y también a bastante xenófobo; y más después de que el conocido coro “Este portugués, ¡qué hjijoputa es!” haya logrado un éxito en los estadios españoles sólo comparable al desinterés o la negligencia colaboracionista de la Federación de Fútbol, el Ministerio de Cultura-Deportes, alguna Comunidad Autónoma o Ayuntamiento respecto a tal tropelía o a la proclamación impune del deseo de muerte a nuestro entrenador al menos en un estadio de primera división (Vicente Calderón).
Pero Mou, a quien evidentemente no se reconoce el derecho a ser respetado, sí que tiene que ser intachable y exquisito en su actitud, sus gestos o sus comentarios. De lo contrario, sus “amigos” de la prensa española, tan comprensiva en otros casos, caen sobre él pidiendo la máxima pena. Y no digamos lo que puede esperar de las autoridades deportivas españolas.
Yo creo que el respeto se lo tiene que ganar uno mismo por el sencillo procedimiento de respetar a los demás; o sea, que quien no respeta no puede exigir nada a aquellos que previamente ha ninguneado. Esto vale para todos, antimadridistas y colegiados “desacertados” incluidos.
Por esto, y porque la paciencia humana, como las provincias, tiene sus límites, no seré yo quien le diga a Mou que tiene que seguir siendo prudente (o “inteligente”) y no sacar los pies del tiesto bajo ninguna circunstancia (no vaya a suceder que nos quedemos sin señorío).
Una vez me comentaron que en la vida no sólo hay que mostrar los dientes a los demás de vez en cuando (para que no se te suban a la chepa) sino que a veces incluso hay que clavárselos.
No puedo estar más de acuerdo y por eso comprendo que Mou salte en algunas situaciones como en el así llamado “arbitraje” del malagueño José Luis Paradas Romero (que según Walter García, le tenía ganas al Madrid precisamente por ser malaguista y querer vengarse del menosprecio de Mou a su equipo cuando afirmó que él jamás entrenaría a un equipo como ese).
Si, como consecuencia de hacer el papel de guardián del Madrid hasta las últimas consecuencias, Mou es sancionado, no seré yo quien lo critique sino quien le de las gracias públicamente por un sacrificio hecho por nosotros que sin duda no está en su contrato, pero que él tiene la gentileza de brindarnos.
Por supuesto, no todos los madridistas opinarán así y no faltarán meapilas señorialistas que clamarán por “su” imagen del Madrid ante situaciones en las que, recordémoslo, nos estamos defendiendo, no atacando los primeros.
Pues bien, si hay todavía quien no ha comprendido que lo importante no es la “fama” sino “escardar la lana”; y que no quieren ver (¡y bien la vista que está!) que nos están dejando de lo más “depilados” cuando vamos de educados por la vida; entonces sólo puedo pedirles a esos “dignos” que se larguen del Madrid de una puñetera vez para que no nos entorpezcan a los que queremos luchar por él sin que internamente nos pongan cortapisas y sabemos que sólo con coraje y agresividad suficientes podremos hacerlo.
Gracias a Mou y a los demás portugueses. En lugar del conocido refrán “Otro vendrá que de tu casa te echará”, vosotros os merecéis esta nueva versión: “Otro de fuera vendrá que los ojos te abrirá”.
Antónimus.
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