martes, 6 de marzo de 2012

LOS FARSALANES SON LOS NIÑOS MALCRIADOS DE ESPAÑA

¿Qué es un hijo mal criado? Un eterno inmaduro que reacciona con soberbia cuando se le niega algo y sufre un ataque de ira y se intenta vengar de quien no le da lo que desea.

Todos lo hemos visto en las familias que nos rodean; hay quien educa bien a sus hijos y les enseña a convivir en sociedad y hay quien se lo permite todo y luego tenemos los demás que pagar las consecuencias de tanta inmadurez.

En España hay una región (un país, dicen los nativos de allí) que es un ejemplo perfecto de lo que se esta comentando en este artículo.

La mayoría de los farsalanes nacionalistas están tan mal educados que cuando se les contraría aparece en ellos inmediatamente su segundo defecto capital, tan grave como el primero: su carencia absoluta de sentido del ridículo. Basta que algo o alguien no les complazca en todo para que saquen los pies del tiesto sin ningún pudor; a partir de ahí, el numerito reivindicativo y victimista (es decir, el chantaje) está garantizado.

Sólo la suma de dos vicios semejantes explica que un territorio que dice ser el más próspero de España se ponga continuamente en evidencia diciendo que el estado le roba su riqueza y pidiendo que se le garantice la devolución de su contribución impositiva. Para ello, ha arrancando al gobierno “español” de Zapatero un tratado que así se lo asegura. Y eso es sólo el primer paso, porque la meta farsalana final es un sistema “foral” (de estar “fora”, vamos) al estilo vasco de tributación; porque en lo tocante a la pasta, a los farsalanes que no les toque nadie ni un céntimo: ¡Antes muertos que sin cinco!

Lo peor del mal ejemplo de esos “niñatos” es que, como las manzanas podridas en los cestos, echan a perder al resto sano. Políticamente, esto se traduce en que los otros territorios españoles, en lugar de alilarse contra su enemigo común, se vuelven sus colaboracionistas sin comprender que los farsalanistas tienen como meta la destrucción del estado español para, seguidamente, explotar sin obstáculos los demás territorios peninsulares. No son los “liberadores” de la “opresiva España” sino sus ocupantes despiadados.

En el fútbol asistimos en los últimos años a una “ocupación” sistemática de las instituciones estatales (e internacionales) que puedan resultar útiles para asegurar ese dominio supremacista que, desde luego, no es más que la faceta “deportiva” de un propósito de “destino manifiesto” donde los demás no tenemos más papel que estar a sus pies y a sus órdenes.

Una prensa autóctona y servil, más súbdita que profesional, está pronta a hacer de vanguardia de los intereses “futbolísticos” del Farsa (el brazo armado deportivo del independentismo farsalán; recordemos que se autoproclama “más que un club”). Por eso, está presta a atacar a cuantos se atrevan a pedir, simplemente, el derecho a hablar u opinar de modo diferente (al servicio de los intereses propios) en lugar de hacer lo que les conviene sólo a los farsalanes.

Un ejemplo evidente de ello ha tenido lugar en una tertulia televisiva llamada Punto Pelota (de Intereconomía). El programa es dirigido por un catalán, Josep Pedrol, un profesional de amplia experiencia que, a diferencia de muchos otros de sus compatriotas, no parece necesitar que el resto de la humanidad le pida perdón por no haber nacido en su patria chica guardiolera.

Ante él hay que recordar aquello que se decía antes (¡en la España de Franco!) de los catalanes: son serios, trabajadores, educados; los mejores amigos que puedes tener. Ahora, tras el surami nacionalista-separatista, la mayoría de los españoles diría: ¡los farsalanes son unos hijos de la gran…Farsaluña!

Pero no es como el Sr. Pedrol todo el que nace en su tierra, como bien demuestra la Sra. Barceló (lo de señora es una manera de hablar, que, en este caso concreto, no significa absolutamente nada fuera de su sentido deíctico).

Esta periodista nacionalista (o quizá sea más sustantivo su nacionalismo y su labor periodística mera adjetivación instrumental al respecto) viene avasallando en ese espacio al resto de contertulios (cuando no se trata de correligionarios) y no dejando hablar con claridad cuando no le gusta lo que oye (y no le gusta nunca nada si no se trata de alabar o disculpar todo lo que hace el Farsa).

En uno de los últimos programas, Ramos Marco, exárbitro de primera división, estaba intentando argumentar cuando acudió presta al corte la interfecta por el habitual procedimiento de hablar a la vez que quien está en el uso de la palabra.

Ramos Marcos no era el primero en intervenir y ella ya había interrumpido a los que lo habían precedido. Y no es sólo que corte a quien está intentando desarrollar una opinión sino que descalifica con todo tipo de gestos y ruiditos a sus oponentes ¡Es un espectáculo impagable la Sra.! Siempre actúa en el estilo inquisitorial-estigmatorio tan genuino de muchos de sus “compatriotas”.

Ramos Marcos no pudo más, alzó la voz, y la obligó a callarse mientras él hablara. No le quedó más remedio que quedarse rabiando hasta que el salmantino le dijo que ya podía decir lo que quisiera porque él había acabado.

¿Reacción? La nacionalista-periodista se nego a hablar porque no quería hacerlo “entonces”; lo que hace sospechar que su intento de intervención previa sólo intentaba interrumpir y no contraargumentar.

Conclusión: No hay que soportar a estos farsalenes, que tan a menudo son insoportables, ni ser respetuoso con ellos (salvo si, como en el caso del Sr. Pedrol, se lo ganan manifiestamente, lo que exige un trato correspondiente). Hay que cortarles las alas sin piedad y mandarlos a hacer gárgaras a su paisito (Dalái Lama dixit) en lugar de dejarles que monopolicen múltiples puestos claves en el mundo de la información, las finanazas y la política “españolas”. Y cuanto antes lo hagamos, mejor para nosotros. Sólo así podremos poner coto a la mafia que tienen montada EN NUESTRO PAÍS.

Antonimus.

Post scriptum: La Sra. Barceló se llama “Carme” de nombre. Todo el que quiera, sabe que los nombres SÍ SE TRADUCEN, como lo demuestra el hecho indiscutible de que existen copias “versionadas” en todos los idiomas, más o menos equivalentes, de los principales nombres de persona (que provienen de nombres comunes, como demuestra el más elemental estudio etimológico). Ejemplo: Desde el original griego “Γεώργιος” se obtienen Jorge-Jordi-George-Jürgen-Georg-Georges-Гео́ргий –Georgius-Giorgio…etc. por no hablar más que del mundo occidental.

Ella, cuando alguien la llama “Carmen” (por supuesto, mientras se habla en castellano) se revuelve enfadadísima. La pobrecita no sabe, al parecer, que en este idioma tal tratamiento es una muestra deferente de acogimiento e integración del foráneo, que como prueba de ello recibe un nombre local correspondiente al suyo natal (el célebre don Gerardo adjudicado a Gerard Brennan es un ejemplo irrefutable). Por tanto, lo último que puede decirse de alguien que te “cambia” el nombre a uno equivalente al lugar donde estás (pero que no es el tuyo de origen) es que te quiere ofender. Claro que, ¡cómo va a saber esta cosas una provinciana fuera de lugar en la capital de un estado que “no es el suyo”!

¡Que se quede con su “Carme” si tanto le apetece! No se merece otra cosa. Pero no es para estar tan ufana de su nombre, porque sólo es una versión traducida del término original hebreo “כרמן”, Har ha'Karmel). Lo más gracioso es que ella no lo pronuncia como nosotros lo haríamos sino algo así como “karma”.

Eso suena inmediatamente a una novela del alemán David Safier, “Maldito Karma” (en realidad, supongo que habría que ponerlo en alemán, ¿no?: “Mieses Karma”, cuya traducción literal es “miserable Karma):


En la obra, una periodista implacablemente trepa muere accidentalmente y, por su pésima conducta (que la ha hecho merecedora de un karma miserable), se tiene que reencarnar en una hormiga para, por méritos, irse ganando poco a poco el derecho a obtener el cuerpo de animales cada vez más superiores hasta volver a ser una mujer.

¡Quién sabe! Quizá la Sra. Barceló ha leído la novela y le gusta jugar con la anfibología de “Karma”. Puede que se imagine a sí misma como una hormiga ocupada con la cantera del hormiguero, donde puede criar con esmero a los pulgones “genuinos de la casa” para intentar sacar de allí nuevas “pulgas” que lleguen a jugar en el mismísimo Farsa y a fundar el estadito independiente de Farsistán. Serían pulgas que, a diferencia de Messy (¡nadie es perfecto!), podrían presumir de tener una farsalanidad tan rotunda que no la igualaría ni el  mismísimo  Sant Jordi de los Huevos, el santo que, como Farsistán, nunca vivió en el mundo real:


¡Si será “ideal” la existencia de ese paisito que hasta la bandera la han tenido que coger “prestada” de otro estado que sí existió pero que prefieren no mencionar!:


Moraleja: Desconfiad de una gente tan mezquina que incluso los mejor situados de entre ellos (los jueces) tienen que repartirse el hígado de un ahorcado para poder comer. ¿Qué no serán capaces de hacer con nosotros en su propio beneficio?:

“Setze jutges d'un jutjat mengen fetge d'un penja…”

“Dieciséis jueces de un juzgado comen hígado de un ahorcado…”


No hay comentarios: