Hay muchos que piensan, como la redacción de deportes de EL PAISITO y en otros medios, que el problema del Madrid con el Farsa es que se empeña en ganar anulando a su rival en vez de desplegar un juego superior para imponerse. Consideran que el Madrid está obligado a jugar como los ángeles y que eso además sólo se puede hacer de una forma que es la única futbolísticamente correcta, según han decidido dogmáticamente: la del Farsa.
Según esta teoría, ninguna de las dos ligas que ganó la Real Sociedad o las dos últimas del Atávico de Bilbao fueron legítimas; pues, como todos sabemos, se ganaron con antifútbol “italianista” y no desplegando un primoroso juego de ataque.
Sin embargo, no recuerdo que entonces dijera nadie que era malo para el fútbol que ganasen un campeonato los que, en realidad, no lo habían disputado sino más bien habían utilizado todo tipo de recursos para que no hubiera un juego digno de esa denominación; pues no les interesaba lo más mínimo competir para ver quién era el mejor sino buscar el resultado que más les convenía, para lo cual todos los medios les parecían justificados.
Porque, mientras no se cambie el reglamento, se gana metiendo un gol más que el rival (lo mismo si es 1-0 que si es 6-5) y da lo mismo que sea de rebote (como Xavi) o después de una larga y bella elaboración, al contraataque, o en propia puerta…. No tiene la menor importancia en un partido de fútbol hacer más “méritos” o ser más “artístico” jugando (subjetividades en las que nunca nos pondríamos de acuerdo).
Pero la prensa (y algunos entrenadores, que hablan mucho cuando no están en la banda, porque allí manda el marcador) es de otra opinión. Considera necesario aportar algo más que un resultado favorable para ser un buen equipo.
Es cierto que el Madrid echó a un entrenador porque no le convencía el juego incluso yendo en la cabeza de la tabla (por cierto, aquella liga no la ganó con el que le sucedió en el banquillo); pero cada vez es más evidente que en el fútbol, como en la vida en general, hay que ser práctico no romántico.
Por eso, me pregunto, si el Madrid prefiere jugar como lo viene haciendo con Mou, porque le gusta así a su entrenador o porque le parece a éste necesario anular primero a su rival antes de atacar, ¿por qué no tiene derecho a que se no se le critique por sus planteamientos? ¿Acaso hay un solo modo de hacer buen fútbol? ¿No le valen al Madrid los buenos resultados?
¿Ha dicho alguien que el Malahorca, el Sevicia, el Violencia, el Sparring de Gibón o el Patético basan su juego contra el Madrid en dar patadas a los merengues y no en jugar al primer toque? Cuando, aplicando el mismo método, el Levante venció al Madrid en una encerrona en la que valió todo tipo de artimañas, todo fueron alabanzas y nadie mencionó la violencia utilizada por nuestro rival ni cómo estuvo el árbitro (que expulso a Khedira en una tangana provocada por los malahorquistas).
Entre otras jugadas, quiero destacar que se llegó a abrir los puntos del pie de Cristiano (herido en Europa con la impunidad que garantiza la UEFA a los que “cazan” al Madrid) en una entrada peligrosísima por detrás, ¿dijo alguien algo al respecto? Por supuesto, el jugador no fue expulsado (tampoco el que le lesionó en la Champions en 2009 y lo tuvo dos meses en el dique seco). Desde luego, nadie puso en marcha una campaña “anti-Pepe”. Lo mismo pasará con Cendrós y tantos otros “Magriñanes” que son muy alabados cuandos nos agreden (para luego caer en el olvido), pero, ¡que no se nos ocurra a nosotros imitarlos!
En conclusión, de cómo se gana (dentro o fuera del reglamento) no se habla después del partido, porque el resultado lo tapa todo (al menos, en el caso de los demás). Y reclamar errores es de llorones (cuando lo hacemos nosotros; porque si lo hacen otros sí vale, claro). Por lo demás, ya nos sabemos de memoria que el Comité-pro-Piqué no va a entrar “de oficio” a estudiar lances del juego o declaraciones agresivas (como las de Víctor Casadesús) si con ello nos va a beneficiar.
Y esa es la contradicción que quiero señalar: nuestros adversarios (los que nos atacan con los tacos y los que lo hacen con las plumas o con los órganos de la federación) pueden incordiarnos todo lo que quieran pero no pueden evitar ponerse en evidencia si, a la vez, están aceptando, y hasta jaleando, que otros hagan lo que nosotros tenemos, al parecer, prohibido. Uno sólo puede llegar a la conclusión de que el problema no es cómo juega el Madrid sino que existe.
Un último apunte: mientras que se pone verde a Cristiano, acusado de ultraindividualista, y al Madrid, que, al parecer, sólo sabe jugar a la defensiva y marcar goles al contraataque, nadie tiene ganas de preguntarse qué pasa con Messi fuera de casa (1 gol en casi media liga) o el Farsa, que no deja de perder puntos de visitante sin que con ellos se meta nadie.
Ahora que, aunque no quieran reconocerlo, su juego va declinando, los del Farsa resucitan la polémica arbitral (que tanto emplearon contra nosotros en el pasado) sin que el Madrid (ni el Chelsea ni muchos otros) haya podido hacer uso de ella cuando nos han perjudicado los colegiados mientras favorecían a los farsigranas. Pero esta vez la prensa nos los críticará como a nosotros sino que coreará sus protestas emprendiendo una nueva campaña contra nuestro club. Nada nuevo bajo el sol; pero no somos tan tontos como para no darnos cuenta.
Porque, a estas alturas, ya no nos extraña que se nos mida por distinto rasero, sin establecer nunca el menor paralelismo entre nuestras acciones y las de otros (como bien saben Pepe, Cristiano o Mourinho); simplemente, nos aburre tener que aguantar tanta estupidez ajena, tanta injusticia y tanta envidia, para decir las cosas por su verdadero nombre.
Si de verdad les interesara a esos “padres del fútbol” de pensamiento único acabar con las entradas agresivas, ¿por qué tuvieron que esperar a que llegara Pepe al Madrid cuando previamente un tal Migueli jubiló, entre otros, a Jensen o a Bonet sin que le pasara nada?
Tampoco les preocupa la diferencia de arbitrajes entre los que padece Cristiano y los que disfruta Messi el Intocable (que, aún así lleva menos goles del portugués sin, según la prensa, estar preocupado).
Ni analizar si Mou sabe hacer algo más que jugar a la defensiva (como acaba de demostrar ante el Málaga en Copa o el Malahorca en Liga).
No podemos llegar a otra conclusión que la de considerar que el problema de todos estos iluminados no tiene nada que ver con nuestro tipo de juego (dada la gran flexibilidad y comprensión de nuestros críticos a la hora de juzgar a otros equipos), sino que de lo que se trata en el fondo y en cualquier circunstancia es de no reconocernos nada, de atacar permanentemente al Madrid; pero no con críticas constructivas sino para intentar destruirlo.
Pues que se pongan a la cola (bien larga, por cierto) de nuestros enemigos. Y paciencia para llevarlo con resignación mientras esperan el día de nuestro entierro.
Antonimus.
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