Cristiano Ronaldo no está contento. Todos sabemos que no está atravesando su mejor momento (aunque, ya quisieran otros “padecer” su situación: es el vigente bota de oro de Europa y marcha en solitario a la cabeza del pichichi a un ritmo que supera el de su rendimiento del año pasado; en su “mal momento”, Cristiano está marcando la tercera parte de los goles de un Madrid que lleva una racha goleadora que podría elevarse, de mantenerse el promedio, a 130 goles al final de temporada).
Pero, evidentemente, no se nota que él esté satisfecho; y no sólo con su rendimiento. En este momento, su mayor problema es, curiosamente, una parte minoritaria pero suficientemente grande para hacerse notar de sus propios seguidores; grupito de aficionados que se está dedicando a pitarle sistemáticamente en el mismísimo Bernabéu cuando tiene el menor fallo. Nunca se oye ni un murmullo cada vez que canta Fallillas o que pierde balones Alonso, por citar a otros compañeros suyos que, por el contrario, gozan de la indulgencia ilimitada de todos los madridistas.
Resulta que nuestro delantero ya no sólo tiene que oír por ahí cánticos tan “educados” (e impunes) como “este portugués, ¡qué hijoputa és!”; tampoco basta que lo cosan a patadas (jugó infiltrado, gracias a Perea, el mismo día del Farsa en el que no rindió a tope; también contribuyó a ello Piqué el Impune, que no tenía que haber jugado ese partido si no hubiera villarato).
Pese a todo esto, para este sector de “así llamados madridistas” no hay razones para tratarlo con cariño: parece que no ven que tienen delante a un jugador del Madrid de categoría histórica, de los que se recuerdan toda la vida cuando ya no están; alguien que está pulverizando los numeros de leyendas merengues como Di Stéfano o Hugo Sánchez.
La excusa para esta campaña es que Cristiano no da la cara en los partidos importantes; que en el Clásico falló dos goles. Y es solamente una excusa porque no se habla del conjunto de lo que pasó en aquel partido (suerte y arbitraje incluidos); ni de lo (poco) que hizo el resto de nuestros jugadores (¿verdad, Özil?).
Pero, además, es mentira que nunca gane el Madrid, por su culpa, en los partidos importantes, porque, fue Cristiano el que que ganó para nosotros la final de Copa con su cabezazo inapelable. En la Supercopa “falló” (entre otras cosas, porque ya es tradición que no le piten al farsista Valdés los penaltis que le hace a Ronaldo), pero él no dejó de marcar un gol (o, ¿es que los tiene que meter todos él sólo?). En el 1-1 de Liga en el Bernabéu del año pasado, también fue Ronaldo el que empató de penalty (¿cuántos ha fallado desde que juega en el Madrid?)
Parece que no les gusta que Ronaldo tire siempre las faltas (cuando lo hacía Roberto Carlos, que casi nunca marcaba, esto no suponía ningún problema). Es cierto que el portugués lleva menos del 8 % de faltas marcadas, pero, ¿cuántas metía Hierro? Sería bueno que alguien explicará a cuántos metros se le ponen las barreras a Ronaldo en las faltas con la complicidad de los árbitros; porque para hablar de cualquier cuestión seriamente hay que dar cuenta de todos los factores que la determinan.
Así que no creo que se trate de un problema real sino inventado para justificar una actitud “noble” de algunos que no aceptan este nuevo Madrid aguerrido que sólo rechazan los que aún no saben de qué va esto del fútbol y siguen hablando de méritos y deméritos para juzgar los resultados de un deporte en el que sólo importan los marcadores (y está de “moda” no hacer preguntas sobre cómo se obtienen). ¡Qué mejor ocasión para estos “carroñeros” que aprovechar los desaciertos de nuestro equipo para intentar desestabilizar un estilo de club que no les gusta (quiza es demasiado “portugués” para ellos; pero olvidan que nosotros no somos la selección española sino un club privado que sólo se representa a sí mismo y que lucha por sus intereses seleccionando con ese único criterio a sus jugadores y técnicos).
En definitiva, parece que a “los del señorío” no les apetece “ganar sin honra”, o sea, por las bravas si hace falta. Semejante estupidez sólo cabe esperarla de los “blanquecinos” desnortados que aún no se han enterado de que estamos en una guerra, de momento sólo deportiva, contra Farsaluña; en una pugna titánica por ver quién va a mandar (y quién va a obedecer) en este estado (y no sólo en el deporte). En esa situación, disfrutar de un jugador tan combativo y ambicioso como Cristiano (junto a un Mou que también quiere ganarlo todo y que se atreve a llamar a las cosas por su nombre) es un raro privilegio que deberíamos cuidar como un tesoro. Pero, precisamente contra esos dos elementos que simbolizan el Madrid actual, que no se resigna a ser un comparsa, es contra quienes se están movilizando las “fuerzas muertas” de un madridismo rancio y de pensamiento patético.
Ni siquiera son originales en sus críticas: los listillos “puristas” del Bernabéu. Parecen más bien actuar aleccionados por los medios que los “abrevan” para que sepan cómo hay que interpretar lo que sucede delante de las mismas narices de los que se quejan; que se dedican a protestar porque “no es eso, no es eso” lo que ellos (y especialmente, los que les mueven los hilos) quieren para el Madrid.
No se si se les ha olvidado a estos enteradillos lo “simpático” que era don Alfredo Di Stéfano (el mismo que ahora, admiramos todos sin reservas). Se cuenta que en cierto partido le dijo a un compañero. “¡Hijo puta! ¡Tienes que coger ese balón!” Y, a renglón seguido, fue él a por la pelota y se hizo con ella. Porque la amabilidad no era una de las especialidades que dominaba el argentino, sin embargo, no exigía a los demás lo que él mismo no era capaz de hacer el primero, porque él predicaba con el ejemplo. En otra ocasión, le hizo un entradón a un juvenil del Madrid en un entrenamiento. Otros fueron a interesarse por el estado del chaval, pero el “alemán” (como lo llamaban en la Argentina) siguió a lo suyo como si no hubiera pasado nada.
O don Santiago (el ahora indiscutido). Sabedor de lo amigo de las “admiradoras” que era Gento, cuanto éste pidió champán en un hotel para agasajar a la acompañante de turno, aquél le subió personalmente la botella a la habitación para cortarle las alas a la Galerna del Cantábrico, porque Bernabéu no toleraba que en el Madrid las figuras hicieran lo que les diera la gana. Eso era coherente con su espíritu de presidente “dinámico” que tampoco se anduvo con ortodoxias para fichar a la Saeta Rubia (a la que no dudo en despedir cuando lo consideró necesario).
No. No es pidiendo paso por favor ni haciendo la cola pacientemente, ni siendo un corazón de oro como se llega arriba del todo sino luchando sin cesar y pasando por encima de los enemigos derrotados. Y los aficionados madridistas también tenemos que hacer nuestra parte en esa pugna apoyando a los nuestros sin fisuras, no poniendo verde a Cristiano, quien, como cualquiera de nosotros y, desde luego, de quienes lo critican, no es perfecto (aunque no deja de esforzarse por intentar mejorar; ni se esconde como otros cuando no anda fino; ni le echa la culpa a sus compañeros de sus fallos, sino que él mismo es su mayor crítico).
El hecho innegable, guste o no a algunos, es que Ronaldo es nuestro mejor pistolero; así que lo más inteligente para aumentar su rendimiento no es dedicarse a descargarle las pistolas por el procedimiento de tocarle tanto las pelotas; porque eso, lo de tocarlas y hacerlo adecuadamente, es cosa que en el Madrid deberíamos dejar en sus pies y por muchos años; lo cual no será posible si se le sigue cabreando y se le convence por aburrimiento de que no tiene por qué seguir en este club cuando acaba su contrato actual.
Antonimus.
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