viernes, 17 de febrero de 2012

POR QUÉ NO DEBE JUGARSE LA FINAL SEPARATISTA EN EL BERNABÉU

El gallinero “deportivo” anda revuelto. Los separatistas se las prometían muy felices: visita a Madrid para pisotear los símbolos del estado que rechazan y, paradójicamente, también para ganar “su” Copa a los españoles a domicilio, en su capital. Y, de paso, jugarla en el estadio Bernabéu; o sea, para ganarle también al Madrid en su mismísima casa y reírse de él en su cara. Bueno, eso de que el campo es del Madrid ya no parece tan evidente, porque, según parece, cualquiera se cree con derecho a disponer de él como se le antoje.

Apelarán a la federación de “fúrbor”, donde su presidente está presto a comenzar su enésimo mandato (no precisamente por su méritos intelectuales o su facundia sino por otros “servicios prestados”) y sabe de sobra cuánto debe a los “amigos” por “alquilarle” su poltrona. Pero, desgraciadamente, es el Madrid el que tiene la última palabra, no Villar.

Él perdió su autoridad hace mucho por culpa de una cabeza de cochinillo y por otorgar un indulto tras otro al equipo del gobierno de Zapatero. La siguió perdiendo en 2004 por no exigir al Farsa que cediera su campo para una final que jugaba el Madrid en Farsalona (la alcaldía de esa ciudad no tiene ninguna competencia para organizar la final de una competición oficial española de fútbol; la excusa es demasiado burda para colar).

La pierde cada jornada con arbitrajes estudiados y convenientes para los de la Demasía Interpretativa; que ya van tan sobreactuados hace tiempo que no se puede evitar que se note de qué va el “tiqui-atraca”. Y lo malo es que sus amos son insaciables y Villar es puesto en ridículo por ellos continuamente con sus nuevas exigencias; como cuando Piqué, esta misma temporada, quedó impune tras pisotear la nueva norma federativa “anti-Mou”, que todavía estaba calentita (este nombre no es mío sino vox pópuli: por algo será llamada así).

Recordemos que el Madrid no tiene ninguna obligación respecto a la final de Copa: no la juega, ni la organiza. No es su problema si se disputa siquiera o no.

No tiene por qué explicar el motivo por el que no acepta ceder su campo (más allá del hecho suficiente, comunicado hace tiempo reiteradamente y por tanto conocido por la federación, de que hay unas obras contratadas con fecha de comienzo marcada que lo impiden). Bien porque no le gusta ver en su casa como se pisotea el nombre de España bien porque no desea tener que reparar los desmanes en las instalaciones del Bernabéu que cabe esperar de los cafres de ambas…entidades (como ya pasó en la “inolvidable final de 1984), el Madrid se queda al margen. Simplemente, es señor y soberado de sus bienes y no quiere participar en el numerito que todos vemos venir (menos, al parecer, las autoridades competentes, que no dicen ni pío una vez más).

Muchos se preguntan: ¿Qué hay que decirle al Madrid para que acepte que la final se juegue en su estadio? En cambio, Cibeles Madridista se plantea: ¿Qué es lo que impide que no se corte de raíz la humillante imagen de una España pisoteada que va a ser transmitida por televisión a montones de países de todo el planeta?

Y es bien fácil de resolver:

  1. Al menor incidente en las gradas, se suspende la final. Farsa y Atávico de Bilbao son sancionados con 5 temporadas sin jugar la Copa; se les impone una multa ejemplar y se les clausuran sus estadios por los próximos 10 partidos oficiales de cualquier competición española que tengan que disputar en casa. La final la juegan los otros dos semifinalistas y se acabó la cuestión para los restos.

  1. Suplementariamente, se abre una investigación policial de cualquier posible actividad delictiva de ambos clubes en relación con el separatismo.

  1. Todos los jugadores internacionales españoles de esos equipos quedan excluidos de la selección nacional de por vida y a los extranjeros se les retira la licencia federativa española para jugar al fútbol.

  1. Los directivos de ambos clubes son inhabilitados para sus cargos indefinidamente y responden personalmente con multas astronómicas impuestas por la Delegación del Gobierno de la ciudad donde se juegue por escándalo público con reincidencia.

  1. Los dos entrenadores pierden la licencia para trabajar en España para siempre y son castigados con una multa del 25% del importe de sus contratos.

  1. Se cubre con cámaras la totalidad de los graderios y se sanciona penalmente a todo aquel aficionado identificado que haya insultado los símbolos nacionales españoles.

¿De verdad se cree alguien que se iban a atrever esos “valientes” a ir hasta el final ante semejante panorama? Son unos extremistas, pero no unos suicidas.

Y no exagero en la petición de sanciones: hay que castigar con la misma dureza a los inductores y a los cómplices si es que de verdad se quiere cortar el problema de raíz.

Pero, como suele suceder aquí, en el fondo, el verdadero problema no son estos mierdas sino por qué España no tiene defensa ante estas situaciones. Y la triste respuesta a esta cuestión es que sus autoridades “estatales” están jugando otra carta: la del impuesto separatista que vienen pagando hace mucho a esa gentuza; y el pago de esa “protección” mafiosa les obliga a tragarse todos los desplantes de vascos y catalanes sin darse por enteradas de nada.

Paradójicamente, los políticos “españolistas” utilizan a los antiespañolistas para escalar al gobierno español; eso sí: con la condición de, una vez en él, aceptar de facto el independentismo que no reconocen abiertamente, pero tampoco persiguen ni siquiera retóricamente.

El último ejemplo de esta impunidad “institucionalizada” es el de un miembro de la federación española de fútbol quien, a la pregunta de Radio Nacional de España-Deportes (programa de las 21 horas del lunes 13 de febrero de 2012) sobre la campaña que ya están orquestando en Cataluña vía internet contra los símbolos nacionales españoles para volver a aprovechar la final de Copa y atacarlos nuevamente en ella, dijo como respuesta que “hay que respetar las opiniones de todos”.

¿También hay que respetar la de los delincuentes cuando planean abiertamente atacar las instituciones estatales protegidas legalmente? ¿Es que el grado de descomposición de España ha llegado ya a tal punto que sus instituciones públicas carecen de instinto de autoconservación y aceptan que se haga con(tra) ellas lo que se quiera sin acordarse del amparo que les ofrece el supuesto estado de derecho en que (¿todavía?) vivimos? Porque, guste o no admitirlo, hemos llegado al punto en el que es la continuidad misma del estado español lo que se está cuestionando.

¿Nadie se siente atacado por la actitud del nacionalismo separatista que, a la vez que exige el máximo respeto para sus señas de identidad se prepara para pisotear las de los demás? Claro que no es esa hipocresía la mayor culpable de lo que nos pasa sino la estupidez predominante en los demás, que soportamos lo que nos echen esos maravillosos Herrenvölker sin despegar los labios, asumiendo nuestra condición de Untermenschen.

Esto sólo puede acabar muy, muy mal, porque si las autoridades no intervienen otros lo harán cuando se les acabe la paciencia a los que sí se sienten (todavía) españoles y decidan tomarse la justicia por su mano ante esta discriminación que convierte a la inmensa mayoría de los españoles en una casta de “intocables” de ínfima categoría social. Se ve venir el desastre; no se va aguantar indefinidamente la arrogancia supremacista de los separatistas; que ya no se conforman en actuar sólo en su territorio.

Se ve venir el desastre de un enfrentamiento en el que la violencia no tendrá ningún límite; pero parece que nadie quiere evitar que se lleve España a tal desgracia atajando la cuestión.

¿Nadie se imagina lo que sucedería si el Madrid gana La Décima Copa de Europa? Pues que al día siguiente, el mismo previsto para la final, sus aficionados, no sólo de la capital sino de toda España, celebrarían su triunfo por toda la ciudad. Quizá un millón de personas. Y eso ocurriría el mismo día en el que la ciudad estaría llena de vascos y catalanes. ¿Cómo terminaría esa situación tan explosiva? Es tal la irresponsabilidad de los directivos del fútbol, de los políticos y la prensa que siguen insistiendo en jugar en Madrid la final sin reparar en esta posible coincidencia. Con semejantes dirigentes sólo podemos ir hacia un desastre mayúsculo.

Luego que no digan que nadie les había avisado de lo que se nos viene encima a toda velocidad. A ver si, una vez más, como es tradicional en España, sólo se encara una situación desagradable cuando tengamos que ir previamente de entierro.

Antonimus.

Post scriptum: Por cierto, si algún ingenuo sigue pensando que el fútbol no está manipulado y que no hay que mezclar el deporte con la política o con los intereses mediáticos, que se espabile y se dé por enterado de una vez del desfile de cargos de los partidos que se está produciendo para extorsionar al Madrid y que ceda su campo para la final separatista por el bien del fútbol “español”.

Pero, eso sí, el malo de la película es el Madrid por no hacer lo que quieren los demás. Como siempre. Porque sobre lo que hacen los demás nadie va a hacer comentarios. Sea lo que sea.


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