viernes, 17 de febrero de 2012

EL RESPETO

Todo el mundo habla de respeto; y lo exige. Todos dicen respetar a los demás, sus opiniones o sus actos; pero, ¿son sinceros?

También podríamos estudiar otro aspecto de la cuestión: si el “respeto” no es una tendencia hacia la “admiración”, hacia el reconocimiento de algo digno de que se supone portador a alguien. Por el contrario, habría que hablar más bien de “tolerancia” ante la existencia de individuos que no merecen de nosotros más que la aceptación de que están ahí haciendo cosas con las que nosotros no deseamos tener nada que ver. Pero este es tema para otra ocasión.

Centremos la cuestión del respeto en que se trata de una actitud difícil de obtener en el trato de los demás hacia nosotros. Y lo problemático de este concepto es que, más allá de las fábulas iusnaturalistas que nunca han sido debidamente justificadas, no se tiene derecho a pedir o esperar respeto si uno no respeta, a su vez, y aún previamente, a los otros. Así que el respeto no es algo exigible “porque sí” sino dable y, como consecuencia de ello, recibible.

La palabra “respeto” proviene del latín “respectus”. Su significado es algo así como “mirada hacia atrás”. Se trata de un participio del verbo “respicere”, que se traduce como”reiterar la mirada o atención respecto a alguien o algo”; también “(man)tener en especial consideración”. Se trata de una composición formada por el prefijo “re” (hacia atrás, nuevamente, intensamente) y el verbo “specere” (mirar, contemplar).

Así que “respetar” no es otra cosa que “tener miramiento reiterado con alguien o algo”.

Esta tesis sobre el sentido legítimo de “respeto” se refuerza si recurrimos al alemán, donde “Rücksicht auf jemanden / etwas nehmen“, que se traduce por “tener a alguien / algo en consideración; “tratar a alguien / algo con miramientos”; es decir, “respetarlo”.

Todo esto quiere decir que aquellos seres de aspecto humano que van por la vida como un elefante actuaría en una tienda de porcelana (expresión también alemana que equivale a la nuestra de la cacharrería, mutatis mutandis) no son los más indicados para pedir respeto. Tendrían más bien que empezar por ofrecérselo a aquellos que más intensa y frecuentemente han ninguneado para, en un futuro, superado el correspondiente periodo de prueba, ganarse la posibilidad de disfrutar de ese “derecho indirecto”.

Porque en la sociedad (¡parece mentira tener que explicar a estas alturas que el agua moja!), nuestras relaciones sólo pueden ser justas si se atienen a un principio contractual; es decir, a que a cada derecho le corresponda indisolublemente una obligación. Sin excepciones.

En consecuencia, sólo seremos respetados si respetamos. El que no comprenda esto o no obre según tal principio, debería callarse y abtenerse de opinar sobre este asunto. Más bien, debería volver urgentemente al colegio; a ver si esta vez está más atento a lo que (¡esperemos!) se enseña allí sobre en qué consiste “con-vivir”.

En cuanto a algunos que van dando clases de respeto a quien no se las pide, cuando en realidad necesitan tomarlas urgentemente, sólo añadiré una cosa más: a estas alturas, ya carece totalmente de importancia si determinadas “formas de vida” (evidentemente muy poco evolucionadas en cuanto a la socialización exigible a cualquier “ser humano” para merecer la consideración de “persona”) nos respetan o no; porque, en el fondo, constituiría un insulto para nosotros que “tales” nos consideraran como unos iguales suyos. Por el contrario, es muchísimo mejor para nosotros que “esos” no nos “tengan en cuenta” de manera alguna. Por nuestra parte, “ellos” ni siquiera existen y así queremos que siga sucediendo.

Antonimus.

No hay comentarios: