jueves, 2 de febrero de 2012

¿HABLAR DE LOS ÁRBITROS O HABLAR CON LOS ÁRBITROS?

Dice el farsante del Farsa que el no habla de los árbitros; sin duda, se debe a que está muy ocupado hablando con ellos; es decir, discutiendo sobre el campo todas las jugadas que no le favorecen; incluyendo sus cortes antireglamentarios de los contrataques del rival (las raras veces en que son sancionados) para evitar tarjetas o reincidencias en semejante osadía del colegiado.

O al tiempo perdido en los despachos donde negocia los favores que todos conocemos y resultan cada vez más descarados. Un dato: ¿en cuantos de los diez partidos que ha jugado hasta ahora el Farsa del Dalaí Lama contra el Madrid de Mou ha sido perjudicado por los árbitros? Hasta Xavi, el Animal, lo reconoció a su pesar al quejarse de lo que pasa “esta temporada” pero no “otras”.

O negociando influencias con la propaganda (conexión con el comité de árbitros de la UEFA gracias a promocionar “desinteresadamente” Unicef) que el bueno de Platini sabe recompensar con generosidad.

O politiqueando al afirmar que se és “más que un club” (traducción directa del farsalán: “más que los demás”); o sea, una permanente extorsión mafiosa a los estamentos deportivos españoles para, a cambio “de”, atemperar su apoyo al separatismo farsalán (que también es una farsa: ¿dónde van a ir los chantajistaníes que los soporten y, sobre todo, les beneficien tanto? ¡Ojalá los perdamos de vista alguna vez!).

Esta es la historia real de los que más tienen que callar y no dejar de ladrar cada vez que calculan que les interesa. Y para intervención calculada la de Rossell, que “sin quejarse de los árbitros” les manda el mensaje de que compensen de aquí a final de temporada lo que no le han “dado” al Farsa hasta ahora. Es tan evidente su intención de birlarle al Madrid la Liga que no puede ganarle jugando al fútbol que hasta Relaño, el templagaitas, se ha dado cuenta:


Y otra precisión: los que organizan Ligas a medida como las “ganadas” en Tenerife o La Coruña no tienen derecho a quejarse de nada. Lo que tienen es la inmensa e inmerecida “suerte” de que están en un país (que según los farsalanes no es el suyo) que se desvive por tenerlos contentos y les hace, de múltiples maneras, todo tipo de favores para saciar sus deseos. Sencillamente, su buenismo de laboratorio no resiste la prueba a que lo someten sus acciones hipócritas de protestas orquestadas y recogidas por el eco mediático farsalananista.

¿Qué pasaría si Mou o Florentino se quejaran de la misma manera? ¿Qué diría entonces la prensa pro-farsista (incluida la madrileña)? Ellos, por su mal estilo, serían fusilados al amanecer (en la playa de la Barceloneta); en cambio, el Dalaí Lama (rapado, independentista y la bondad personificada) sí que es un ejemplo de saber estar (y además está siempre, porque a él no lo expulsan nunca).

Pero una cosa sí es evidente: deben de estar muy desesperados cuando, además de sobreinterpretar sus reclamaciones desde el banquillo, donde sólo faltaban los niños cantores de Viena poniendo la banda sonora, tiene que salir a ladrar después del partido hasta El Intocable, que no destaca precisamente por su facundia o su capacidad intelectiva.

Reconozcámoslo: oirle “hablar” de soberbia ¡a él! es un placer que no tiene precio.

Antonimus.

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