jueves, 6 de febrero de 2014

EL QUE A HIERRO MATA, A HIERRO MUERE

Que no se engañe nadie, dejemos ya de reírnos (no nos lo pasábamos tan bien desde que los cerdos se comieron vivos a nuestros amiguitos); es hora de sacar conclusiones sobre la semifinal de Copa en la que acabamos de jugar con el Patético de Aviación.

Lo más importante de ayer no es ni la victoria en sí ni el apabullante marcador sino el desmontaje de la Falacia del Simeonismo, practicada tanto por el Cholo como por su cla periodística. No es nada nuevo sino un plagio descarado del Mourinhismo, pero en macarra; con menos juego y mucha más violencia (tampoco puede hacer otra cosa con los pandilleros que entrena); aunque si te llevas bien con los chicos de la prensa, incluso si robas niños, siempre tendrás buena fama. Después de este partido, el Patético de Aviación se ha quedado sin discurso, sin resuello y sin alternativas realmente futbolísticas (70 % de posesión para el Madrid).

Y de propina, el caballito de Troya que les hemos metido a los patéticos en sus…llamémoslas mentes (esos bultos que llevan sobre sus hombros), para que vayan dándole vueltas a cómo les va a ir en el partido de vuelta de Copa y en el de Liga cuando les visitemos en el Mierdanares. Sus problemas psicóticos con nosotros revivirán con fuerza.

Ni siquiera les queda a los patéticos el argumento de la suerte. ¡De eso, nada! No, después de los tiros al palo de los madridistas en la reciente final de Copa que, por lo demás, no nos ganaron sino que nos robaron a patada limpia con complicidad arbitral. Luego, no pueden quejarse ahora y bien que lo sabe su entrenador: “al que roba a un ladrón…¡un homenaje!”.

Por otra parte, queda claro que el Madrid, en circunstancias normales, le gana al Patético 11 veces de cada 10 que jueguen, repetimos “jué-guén”. Y la razón es simple: le ganamos si hay que jugar al fútbol sin ninguna dificultad porque nosotros sí sabemos practicarlo; pero si no es así, pues también sabemos qué hacer; entre otras cosas, porque lo difícil es ser un deportista educado y respetuoso; comportarse como un hijoputa está al alcance de cualquiera (además, con frecuencia, queda impune); así que hemos tomado nota y sacado consecuencias.

Y si alguien dice en serio (porque parece un chiste) que el Madrid dio demasiado sin mencionar lo muchísimo más que dio (que da siempre) el Leñero de Madrid, y lo dice nada más y nada menos que después de llevar nosotros aplicándonos linimento toda la semana después de visitar el patadal de Bilbao, pues entonces ¡que se joda!, que bien se ve lo mucho que le ha escocido nuestra victoria y que quien habla no es más que su mala bilis derramada.

¡Ya era hora de que en nuestros partidos dieran los dos equipos!, no sólo nuestro rival de turno. Además, ¿no era esto legítimo y hasta encomiable cuando nos lo hacían a nosotros (al menos, hasta el domingo)? Pues ahora que nos feliciten por haber aprendido tan bien la lección que tanto practican, entre otros muchos, los patéticos, tan loados por los medios, especialmente por su…”acometividad” transreglamentaria”.

Nosotros, conscientes de nuestra calidad, siempre querríamos jugar al fútbol, o sea, dentro del reglamento, porque con eso nos bastaría para ganar, pero si en lugar de eso se trata de actuar “más allá del bien y del mal” o de poner los huevos en el campo a ver quién los tiene más grandes, pues por nosotros que no quede.

Por lo demás, los madridistas también sabemos cantar milongas (por lo menos, desde que fichamos a Di Stéfano) y también cómo se hurta la realidad con palabras adecuadas a lo sofista (o valdanista). Ejemplos:

Nosotros no jugamos con violencia, sino con intensidad.

Nosotros no agredimos al adversario, sino que lo marcamos encima.

Nosotros no provocamos al rival sino que intercambiamos con él puntos de vista sobre los lances del partido…

La profunda decepción (y depresión) que el triunfo merengue produjo en nuestros críticos se tradujo en los programas de tertulias televisivas en un burdo intento hipócrita de criticar la ¿dureza? del Madrid (pero única y exclusivamente esa) para no tener que hablar del resultado (que no lo necesitaba, porque habla por sí solo); o escudarse en que los goles del Madrid fueron de suerte, en un esfuerzo incalificable de omitir la obra de arte que es el segundo gol blanco, el de Jesé (que no es Morata, como se pudo ver al final) o que, aparte de los 3 tantos, pudimos marcar unos cuantos más (ellos también, gracias a que volvió a cantar Fallillas, pero su suerte permitió que Modric hiciera de su ángel de la guarda). Y si hay que hablar de suerte, la del Patético de Aviación, que se encontró a un Cristiano gris y meditabundo en lugar del verdugo del área que suele ser.

Simeone, que sólo aportó como jugador lisiar y retirar del fútbol a Ronaldo, el brasileño; desdibujado en la banda (al final ya ni protestaba); con su carita de rata acorralada por sus propios métodos; con aspecto de timador timado, de quien dedicándose a la falsificación de moneda descubre dolido que le han colocado un buen puñado de billetes falsos; estaba tan, pero tan jodido, que al final del encuentro no encontró fuerzas (o ganas) para despedirse de nuestro entrenador. ¡Eso es dolor y del especial de la casa! y nos gusta paladearlo (como las buenas venganzas, ¡bien frías!). Parece que el patético entrenador no se ha enterado de que el fútbol hay que jugarlo para disfrutar. ¡Vaya si lo hicimos los madridistas ayer!

Otro rédito obtenido por el Madrid en este partido es que Diego Bosta no podrá jugar en el Mierdanares, ese fue el cuarto gol que marcamos ayer. Debería estar orgulloso el hispano-brasileño de lo bien que han aprendido los jugadores del Madrid sus lecciones de juego “al límite” (traducción al verdadés: siempre “por fuera” de lo lícito) y tendría que felicitarlos, pero no parece tener buen perder: un compañero lo tuvo que agarrar cuando se iba a por Pepe, que no dejaba de reírse de él en su cara cuando lo tarjeteó el árbitro (partido completísimo el de Di María, que obtuvo lo que ni Ramos, ni Pepe, ni Alonso, ni Arbeloa consiguieron: ¡misión cumplida!, fideo).

Por cierto, hablando de “intensidad”, todos creíamos que el brasileño Diego Hacha (debe de ser este su apellido) venía al Pateti a jugar al fútbol (parecía que lo habían fichado precisamente por la carencia de futbolistas de este club, habida cuenta de que todos los jugadores alineados no pueden ser leñadores), pero estábamos en un profundo error (siempre se aprende algo nuevo y más de las formas de vida reptante); como pudimos comprobar (sobre todo, Cristiano) ha venido a otra cosa y si ayer no lo expulsó el árbitro, fue porque era, ¡qué casualidad!, Clos Gómez, el íntimo amigo de Mou, el de la final de Copa con bastante más de trece errores perpetrados en nuestra contra y que ayer, sencillamente, no se atrevió a arbitrar (para no tener que echar a medio Leñero). ¡Que se joda él también!, que no ha podido hacer esta vez la “labor” para la que fue enviado al Bernabéu.

Así que, ¡por fin te has enterado, Simeone!, ¡“esto es fútbol”!. Ya hora de te encontraras con la horma de tu zapato, que no hay mejor cuña que la de la misma madera (bueno, es lo que decían los hermanos Marx: “traed madera, más madera, que esto es la guerra).

Finalmente has tenido que asumir que este deporte tiene sólo una gran verdad:

Dentro del fútbol, casi todos los equipos son contingentes, sólo el Madrid es necesario!

Y para los patéticos en general, nuestra comprensión. Sabemos que tras cerca de catorce años sin ganarnos es mucha la mierda que os habéis tenido que tragar (con pala, por cierto, porque no dabais abasto ni con las dos manos). Era mucha, muchíííííííííííííísima frustación junta. Así que es normal que ahora, como le pasa al que no está acostumbrado y bebe dos vasos de vino, se os hayan subido los aires de grandeza a la chola; pero tranquilos, que aquí están vuestros encantadores vecinos para poneros en el sitio que os corresponde.

¡Si seréis patéticos que os reunís en Neptuno (debajo de la Cibeles) sólo porque nosotros empezamos a ir a nuestra fuente a celebrar nuestros éxitos y vosotros (menos frecuentemente), hicisteis lo mismo porque, hasta para criticarnos, no pudisteis dejar de imitarnos!

En cuanto a nosotros, esperemos que esta enriquecedora (y deliciosa) experiencia sirva para que nuestro equipo haya aprendido la lección fundamental del fútbol y de la vida en general: los vencedores no dan explicaciones; ganan y lo celebran. En cambio, los perdedores intentan excusar su derrota; pero no por ello pueden sus palabras evitarla y, aún así, no paran de rumiarla.

De lo que se trata es de jugar con cada equipo según lo que toque en cada caso (y no es problema, a estas alturas, examinar los antecedentes correspondientes y obrar en consecuencia). No hay que partir de la base de que los rivales van a ser unos caballeros y hay que jugar con ellos con señorío porque confiamos en que ellos van a hacer lo mismo (ayer, por ejemplo, eso era freudianamente imposible, dado el complejo de inferioridad mezclado con el odio más exacerbado de los patéticos respecto al Madrid).

¿Quiere decir, lo expresado en este comentario, que Cibeles Madridista ha cambiado de opinión respecto a que tiene que haber reglas que posibiliten la vida en sociedad (porque no es admisible el individualismo ni el resultadismo a toda costa, caiga quien caiga) y que no se trata sólo de que “existan” teóricamente las normas sino de que se respeten en la práctica? Quien saque tal conclusión demostrara que no ha entendido ni palabra del sentido de nuestros comentarios.

Lo que decimos, cristalinamente, es que nuestros congéneres se clasifican por sus propios actos entre humanos y personas (se des/califican ellos solitos; nosotros nos limitamos a darnos por enterados). Partiendo de ahí y atendiendo a la clásica definición aristotélica, la que nos define como “animales racionales”, consideramos que humanos somos todos, pues tal es nuestra condición por el mero hecho de nacer, seamos hombres o mujeres, blancos o negros, etc. Pero ser persona es otra cosa: es estar socializado y respetar a los demás tanto como uno espera ser respetado por ellos; es saber que hay que aprender e internalizar pautas para poder comprender que convivir no puede ser suplantado sin consecuencias por el contravivir actual (tan tolerado en este país); por tanto, es mucho más que guardar las apariencias, como suelen hacen los hipócritas con los que nos enfrentamos, o tener un argumento para cada caso, según convenga (y sin importar caer en contradicción). Todos estos modos abusivos de reinterpretar la vida social son algo que nosotros no vamos a seguir aceptando. Se acabó el tiempo de la ingenua fe en la bondad humana; hemos tenido extraordinarios maestros (farsismo y matonismo) y hemos madurado.

En consecuencia, lo que defendemos es que a cada cual hay que tratarlo como se merezca, esto es, no con prejuicios, pero sí con “post-juicios”: según de qué sea digno por lo que haga (y no por cómo se autojustifique); por tanto, hay que corresponder a su actitud concreta, sea la racional o la irracional; sin generalizar gratuitamente un único trato de presunción de buenas intenciones para todo el mundo.

Volviendo a Aristóteles y parafraseándolo: todos somos animales (humanos), pero sólo los que acepten el esfuerzo y las obligaciones de vivir racionalmente (personas) son consideradas por nosotros dignas de exigir y obtener nuestra máxima consideración y respeto; porque éstas serán las únicas que se habrán ganado este derecho. Jugando con alguien así, puedes perder con elegancia y felicitarlo; pero no con la escoria provocadora, ventajista y malintencionada.

Así que los otros…a su pocilga; y nosotros apaleándolos por el camino para que no se desmanden ni se coman las margaritas.

Porque, como dijo el poéta anónimo:

Por el amigo se da hasta el culo,
Al enemigo se le da por el culo,
Y al indiferente, se le aplica la legislación vigente.

Antónimus.

Post scriptum:¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja…!

Otrosi digo: :¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja…………………!

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