jueves, 6 de febrero de 2014

EL ENÉSIMO LINCHAMIENTO EN CHAPELISTÁN DEL MADRID

Acaba de publicar EL PAISITO un artículo titulado “El 95% de los españoles cree que la corrupción está generalizada”. En él se dice que los españoles figuran entre los europeos más convencidos de la gravedad de este problema en su país (esta opinión se eleva al 97% en el caso de las empresas nacionales). Curiosamente, sólo un 8% de los españoles afirman haber sido víctimas directas o testigos de dicha corrupción masiva y, de estos, sólo un 12 % (1% del total de encuestados) ha presentado denuncia al respecto, lo que para el periodista es señal de tolerancia (o de impotencia) ante el fenómeno.

Sin embargo, en Cibeles Madridista somos de otra opinión: la disparidad porcentual entre sensación de corrupción y reacción contra ella la atribuimos a la hipocresía inmensa de esta todavía así llamada sociedad española, muy amiga de achacar la responsabilidad de todos los problemas nacionales exclusivamente a sus dirigentes, que, no lo olvidemos, han sido elegidos por ella misma y que, seguramente, son los que se merece por la sencilla razón de que comparten su idiosincrasia con el resto de ciudadanos de España.

Sin embargo, esa misma sociedad está muy poco interesada en la autocrítica, pues, resulta increíble que nadie más que la élite dirigente intente aprovecharse de los demás saltándose las leyes a la torera en un país donde el respeto es sólo una palabra vacía de contenido.

Luego, la complicidad es el sentimiento predominante “de facto” respecto a la corrupción y las reacciones, es de temer, suelen ser más impulsos de motivación subjetiva (por ejemplo, la envidia o los daños sufridos directamente) que una reivindicación de más control del cumplimiento de la ley por todos. No hay aquí un punto de vista colectivista, interesado en proteger lo que debe ser una comunidad humana. Desgraciadamente, la mayoría de los españoles, puestos en el lugar de los peces gordos, haría lo mismo que ellos: aprovecharse.

Este es el contexto en el que vamos a analizar el enésimo linchamiento de Cristiano Ronaldo desde que juega en España. O lo intenta, tarea en la que los árbitros, más que ayudarle, parecen interesados en ponerle todas las dificultades posibles. Lo decimos porque, al final, parece que el flamante balón de oro no se dedica a golear sino a crear problemas extradeportivos (mientras, infinidad de “angelitos” de otros equipos se dedican a la caza del adversario sin mayores consecuencias; como cuando David Navarro, de abundantes antecedentes, le abrió la ceja de un codazo jugando contra el Lisiante y no pasó nada, ni la prensa lo persiguió como a Pepe, ni el Comité de No Intervención abrió una investigación de oficio, como le hizo a Buyo).

Empecemos por recordar que deberíamos estar comentando un partido de fútbol, pero ello no es posible. ¿Por qué? Porque el pasado domingo tuvo lugar “algo” en Bilbao, más concretamente en el estadio del Atávico, que podría haber sido un encuentro balompédico, ciertamente, pero no lo fue. En su lugar, ocurrió, “esto”:

Una planificación artera del entrenador del Atávico, con el colaboracionismo necesario de la plantilla del Bilbao, para evitar a cualquier precio que se jugara al fútbol (que jugara a eso el Madrid, porque es el único de los dos equipos que jugaban que sabe hacerlo). Además, ésto supuso una estafa del coste de las entradas cobradas a los aficionados por un espectáculo-servicio que se quería boicotear desde el principio y, por tanto, sólo se ofreció aparente, engañosamente.

Un arbitraje culposo, o sea, el que por su negligencia origina daños a terceros, en este caso, la denegación de auxilio ante los atropellos sistemáticos y reiterados de la violencia vasca contra el Madrid, cuyos jugadores nunca fueron atendidos en sus reclamaciones.

Una vez enmarcado el partido por estos ejes de coordenadas, el resultado era ya lo de menos y lo que ocurrió fue pura inercia desde los presupuestos planteados:

La violencia premeditada de los jugadores vascos, incluso en acciones que no tenían lugar cerca del área vasca, las cuales no tenían ninguna consecuencia para los infractores, ni siquiera por reiteración.

El fingimiento alevoso de Gurpegui en la supuesta agresión a él por Cristiano. Por lo demás, lo que no es suposición sino un hecho establecido, incluso judicialmente, es que este…navorrico es sobradamente conocido en cuanto a su probidad personal desde que tuvo lugar cierto control antidopaje en 2002 (aunque la sanción bianual tuvo que esperar hasta 2006; pero, llegó y la tuvo que cumplir íntegra). En su caso, el fingimiento no es descartable sino probable.

La anulación implacable y programada al Madrid en todo momento, con “relevos” en las acciones ilegales para no sólo bloquear el juego blanco sino además provocar reacciones nerviosas ante las agresiones constantes; como demuestra la concurrencia inmediata y escalonada de diversos “contactadores” del Atávico en la jugada del lío que no se privaron de impactar en la anatomía de Cristiano todos ellos, sabedores los muy valientes de que los vascos están situados en un impune “más-allá-jurídico” que ni el estado español ni ninguno de sus organismos o servidores públicos se atreve a abordar.

Revoloteaba sobre el lugar “de los hechos”, como el Zeitgeist dominante e inspirador, la figura ominosa del actual presidente de la federación española de “fúrbor”, ejemplo y espejo inmarcesible de oportunistas y chupacargos, el cual lleva tantos años ininterrumpidamente en su trono que a estas alturas ya todos sus subordinados se saben de memoria “qué desea” y que, si quieren medrar, para promover sus carreras tienen que “adelantarse a los deseos” del Supremo y darles satisfacción en lances como el de maniatar antideportivamente al Madrid (juegue contra quien juegue). Por cierto que Villar, que nada casualmente es de Bilbao y menos casualmente aún jugó en el Atávico, es conocido como futbolista única y exclusivamente por su célebre agresión a Cruyff en 1974, antecedente que no dejará de inspirar los cráneos privilegiados de los que crean que vale cualquier medio para cargarse al Madrid, por lo civil o por lo criminal. ¡En menudas manos ha caído la federación!

El ambiente no era tampoco precisamente “señorial” en “La Caterva”, sobrenombre que representa adecuadamente el talante de los aficionados vascos en el campo de San Matón; y, si no, que nos explique alguien por qué se pitó a Luis Aragonés en su minuto de silencio (por así llamarlo) y por qué, al igual que sus jugadores, lo protestaban absolutamente todo, casi siempre después de infracciones descaradas.

En cuanto a que los partidos en San Matón son una fiesta del fútbol, sólo diremos que en la frase van incluidas dos mentiras, porque, ni se apoya, respeta o busca que haya fútbol allí ni es costumbre en las fiestas convertir a los invitados en el menú, que es a lo que se dedican estos antropófagos.

Así que lo único que hay “allí” es un recinto, afortunadamente vallado, donde unos energúmenos claman pidiendo la sangre del adversario a unos no precisamente leones sino perros rabiosos con licencia federativa de caza, que atacan en jauría porque son muy valientes con los que saben que no les van a devolver la encerrona en Madrid.

Y éste es precisamente el gran error del Madrid en relación con los equipos vasco-navarros y sus reiteradas emboscadas, que, evidentemente, no van a acabar mientras sigamos tragando y lamiéndonos las heridas en silencio sino cuando nosotros se la liémos a ellos bien liada y ya no les compense el precio a pagar por seguir con la tradicional “degustación” de merengues. Pero ésto, reaccionar de una vez y atajar definitivamente este atentado contra el Madrid y contra el fútbol, es responsabilidad exclusiva de nuestra institución (nadie nos va a ayudar, al contrario). Además, es algo que no debería ser tan difícil para nosotros si es que, como dice la directiva a menudo, somos el club más importante del mundo.

Y, como banda sonora de fondo (seguramente, para que no oyeran los chasquidos de nuestras espinillas), las deposiciones de unos…vamos a llamarlos locutores, que no van a ser nombrados aquí porque tampoco nosotros queremos acordarnos de sus nombres ni regalarles una triste fama de mamporreros-coreutas en el atropello que contribuyeron a perpetrar. Baste decir sobre su capacidad mental-profesional que gentecilla así cree que pintar un cuadro consiste en ir corriendo al bosque a cortar la madera para hacer el caballete y el bastidor; conseguir con el mismo esfuerzo el lienzo; acarrear sudando la gota gorda montones de botes de pintura y pinceles…pero no ¡saber pintar! Consideramos cómplices y colaboradores necesarios a estos indeseables del estado terminal y de corrupción en que se encuentra el fútbol español. Claro, ¿cómo lo van a denunciar ellos que son jueces y parte beneficiaria del atropello? Ellos, que fueron los promotores del desastre de las sociedades anónimas deportivas nunca asumen sus culpas, por supuesto que no.

Por lo demás, hay que añadir que se veía venir algo así tras el pinchazo del Farsa (o sea, no el “más-que-un-club” sino “el-club-de-Más” el independentista-chantajista) y sobre todo en el Año de la Liga de los 3 Equipos, invento federativo logrado al módico precio de “hacer ver” a los árbitros que el reglamento no es más que una teoría y que en la práctica da igual si el Patético de Aviación juega “más-allá-del-bien-y-del-mal”. Basta para comprenderlo plenamente rememorar la última final de Copa: se designa al árbitro de los 13 errores que le imputó Mou; como era de esperar, éste es expulsado a la mínima mientras ni es amonestado Simeone que no paró de protestar; a la vez, los patéticos daban patadas hasta con la mirada a todo lo blanco que se meneaba (incluidos los pañuelos de papel), etc…..

Volviendo no al no-partido sino a la quizá-agresión de Cristiano, si lo que él hizo (contactar con la mano en el cuerpo de un adversario) es agresión, entonces, hay que expulsar por lo menos a otros tres atávicos por los toques que le hicieron a él a continuación. O todos o ninguno.

Claro que el árbitro, el valenciano Ayza Gómez, no vio lo que no quiso ver. No se trata tan sólo de esta jugada; previamente, un agarrón a Cristiano, sin balón, no fue más que falta (eso pitó, luego vio la jugada, pero no completa). En cambio, amonestó a Alonso tras una entrada en la que despejó un balón y derribó a la vez a un adversario; era falta y punto. No para el valenciano (quizá también valencianista), porque si uno no sigue la “senda” sin desviarse no llega a la meta que se propone. Alguien así, no se equivoca: hace lo que tiene que hacer en pos de su objetivo, caiga quien caiga. No administra justicia sino que administra la justicia como si estuviera compuesta por lingotes de oro y se guarda todos los que pueda para su exclusivo beneficio.

¿Es posible, a estas altura de la farsa, creerse que va a analizar el Comité de Árbitros “de oficio” su labor técnica para estudiar si merece ser sancionado? ¿Se fijará, tal vez, en la jugada de la expulsión para ver si se dejó de sancionar a algún jugador atávico? Sí, nosotros también nos reímos, pero por no llorar; porque, como diría Guti, a nosotros, además, nos gusta la farsa, pero estamos hablando de fútbol y si no es así, a lo mejor es que no estamos donde creíamos estar, en España, sino en Mierdaña, capital europea de la corrupción.

En fin, una situación así tiene muchas causas y causantes. También tiene cierta responsabilidad Ronaldo (incluso si no ha agredido a su rival) por ingenuo, por mal alumno, esto es, por no terminar de aprender que cuando trabajas en un burdel no te queda más remedio que ser la mejor puta de todas y, sobre toso, la más hija de la gran puta con diferencia; o sea, que en la vida hay que ser más listo que los listillos, sobre todo a la vista de la enorme proliferación de las “formas de vida reptante” que nos rodean. En cuanto al resto de los culpables-responsables de lo que nos están haciendo, mencionemos a algunos:

Por ejemplo, la prensa, empeñada en una permanente campaña antimadridista. Contra el Madrid vale todo: si juega al contraataque fulminante, le acusan de no saber jugar el balón; si intenta combinarlo y le matan a patadas, sólo comentan que no sabe superar la “presión”. Sería interesante ver si son capaces de escribir sus crónicas los plumíferos mientras unos cuantos madridistas les damos de puntapiés en las espinillas. A lo mejor empezaban a comprender que nadie tiene por qué soportar una agresión por el mero hecho de trabajar; sobre todo, por saber hacerlo mejor que los demás.

Mientras llega ese momento, nos narran los partidos como si escribieran cantares de gesta, pero, desgraciadamente, sólo glosan las “hazañas” de los que no quieren jugar ni que se juegue, y omiten que la combinación de despliegue físico y lucha libre, aunque se desarrolle en un recinto futbolístico, no es fútbol, como lo demuestra que los “enormes” méritos del Bilbao y su dominio “abrumador” consistieron en tirar entre los tres palos del Madrid apenas una vez, la del gol. Pero eso es conseguir un resultado como un estajanovista, no dar lecciones de cómo se practica un deporte jugando con clase.

La envidia. Los paletos de un país que no soportan a los madrileños por ser de la capital son un factor muy importante y frecuentemente omitido en Mierdaña, pues hay más provincianos que capitalinos (por supuesto, también entre los que nos gobiernan). Además, al parecer, los patéticos no cuentan como madrileños y los madridistas somos los paganos exclusivos de los complejos de inferioridad de los pueblerinos. Va a ser, como suele decirse, que en Madrid hay dos tipos de habitantes: los madrileños y los leños de Madrid.

La corrupción. A los madridistas no nos gustaría, pero sería lícito ganar al Madrid en el campo y sin favores políticos federativo-arbitrales. Mas esta claro que a muchos no les importa nada más que el resultado y no van a hacer preguntas morales sobre qué implica conseguirlo por las malas. Hasta eso puede llegar a ser “pensable” como tema de meditación; pero ¡que encima presuman de valores los que más los pisotéan! Pues bien, la lucha por dominar por “influencia” lo que hay que obtener por mérito es precisamente corrupción, de los que lo promueven y de los que lo consienten. Por supuesto, también de los que lo jalean sin la menor impudicia, como muestran estos ejemplos:

“¿Tenerife? ¿La Coruña? Lo importante es ganar”-

“A mí no me importa que Messi no pague a hacienda sino que juegue en el Farsa”.

Repetimos, hay muchos más culpables de la corrupción en este país que los cuatro que todo el mundo señala.

Y ahora, el Comité decidirá en el último momento si sanciona duramente a Cristiano y no puede jugar el miércoles la semifinal de Copa contra el Patético por falta de tiempo para recurrir. Pero lo que no podrá evitar ese Cómite federativo es que suene todo a “preparado”, para que no se escape el Madrid en la Liga ni llegue a la final de Copa.

No obstante, lo dicho, lo que más tiene que preocuparnos a los madridistas es que hay cosas que tenemos que resolver nosotros sin seguir esperando que la solución surja por generación espontánea.

Semejante solución sólo podrá ser drástica si es que queremos que sea algo más que una palabra de consuelo. Y no hay ninguna razón para tener que seguir esperándola.

Antónimus.

Post scriptum: Este artículo no ha sido publicado antes, deliberadamente, para poder comprobar la sanción del Comité de Competición a Ronaldo: tres partidos, 1 por la “agresión” y 2 por menosprecio al cuarto árbitro al retirarse expulsado.

Claro que esto no es todo; por el camino ha decidido el Comité pedirle aclaraciones a Gayza Gámez sobre cómo interpretar un acta que no le convencía. El colegiado ha modificado el acta y ahora sostiene que la supuesta agresión de Cristiano es a otro jugador, al que sólo sacó amarilla por el mismo rifirrafe. Esto es falsificación de documento público.

Así vamos a lanzar una hipótesis de lo que ha pasado: el Comité ha visto que había poca “chica” en el primer lance con Gurpegui y le ha pedido al árbitro que pusiera otra cosa, entonces éste, para evitar ser sancionado a su vez, éste ha rehecho totalmente la acusación. Por supuesto, esto implica indefensión para nuestro jugador y nuestro club.

La artería del colegiado llega a inventarse que el juego estaba parado en la supuesta agresión a Gurpegui, pues así el castigo es mayor.

Además, el Comité ha tenido buen cuidado de sancionar a Ronaldo con la máxima dureza (¿por antecedentes?), pero sin llegar al máximol número de partidos posible, lo que impediría que el portugués pueda jugar la semifinal de Copa y crearía la consiguiente polémica. Más sibilino, imposible.

Seguramente, el Madrid recurrirá, por ejemplo, porque las imágenes no demuestra que Cristiano se tocara la cara mirando al cuarto árbitro (y ya se sabe que las imágenes no pueden demostrar sin la menor duda que lo has llamado “mono”, pues no pasa nada. Además, hay que explicar por qué no se expulsó a los dos jugadores implicados en el segundo lío (el del Atávico sólo recibió amarilla, a pesar de ser el que se aproximó a Ronaldo).

En cualquier caso, muchos madridistas pensamos que ha llegado la hora de que el Madrid sea quien sanciona a la federación. Sería muy fácil negarse a jugar la Copa (con el consiguiente perjuicio económico y desprestigio deportivo para Villar y los suyos). A partir de ahí, bastaría que, tras cada temporada, emitiera nuestro club un comunicado juzgando el trato recibido por los árbitros y el Comité de Competición y decidiendo, año a año, si se merecen que juguemos nuevamente la Copa o no. Bueno, y la Supercopa.

Y de volver a jugar partidos de finales o internacionales en el Bernabéu, que se despida el “fúrbor”.

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