lunes, 1 de septiembre de 2014

FALLILLAS, ¿EXISTIÓ O FUE SÓLO UN MITO?

Las leyendas son narraciones y como tales están sujetas a la imaginación, a la imprecisión y a la mitificación de personajes que, supuestamente, han existido y llevado a cabo grandes hazañas. ¿Dónde acaba la leyenda y empieza el mito? Nadie lo sabe con certeza.

En el Madrid existe una de esta sagas: la del Santo Fallillas; el imbatible; el señor de la portería blanca; el de reflejos vertiginosos; el parapenaltis; el que salvaba con su intercesión, cuasi divina, al equipo en los momentos más desesperados…

Los más viejos del lugar dicen que lo vieron jugar. Nosotros no lo conseguimos; cuestión de edad, es de suponer.

Al fin y al cabo, una característica esencial de los héroes legendarios es su incorporeidad: nunca se los localiza, por mucho que se los necesite; igual que sucede en el caso del hombre invisible. No es extraño que haya tantas dudas respecto a su existencia.

Un método para dirimir si cabe hablar positivistamente de estas, digamos, formas de vida, es rastrear los efectos de sus supuestas acciones. Por ejemplo, los milagros sirven para este propósito.

El problema es que las leyendas se pierden en el tiempo y cuanto más se retrocede en la indagación, más inseguras resultan las fuentes documentales.

Disponemos, ciertamente, de crónicas antiguas o de reproducciones de obras ya desaparecidas de las que sólo tan testimonios fragmentos que nos proporcionaron los copistas tiempo ha.

El problema es el de la credibilidad. Todos sabemos que los cronistas estaban a las órdenes de señores que los sojuzgaron y dispusieron de ellos a su antojo. ¿Quién puede criticar que tales escribas no osasen nunca transmitir versiones negativas, incluso ligeramente críticas, respecto a los que los alimentaban?

Y si algo hay indiscutible en la leyenda fallillista es que gozó de muy buenas crónicas; luego era uno de los favoritos de los señores de ese lejano periodo.

Por todo ello, desde un punto de vista científico, lo único que sí parece arrojar alguna prueba de que Fallillas vivió es el propio Real Madrid.

Sabemos, pues así consta en el archivo de esta entidad, que nació no lejos de Madrid y que se incorporó, siendo muy joven, al servicio del club, donde permaneció toda su vida (algunas anotaciones al margen de los documentos afirman “hasta su ancianidad”; otras, “aún jugaba en su senectud”; incluso “…decrépito y todo, seguía jugando”…Pero nada de esto está aún confirmado).

También hemos indagado en el registro de alineaciones del equipo. Se le menciona frecuentemente en las mismas. Tan sólo hay una época (denominada por la mayoría de los tratadistas el Periodo Tenebroso de Mou) en el que su nombre aparece mucho más raramente (salvo que sea cierta la sospecha de que tuvo un pseudónimo que adoptó por entonces: Diego López; que es el nombre que sustituyó al suyo propio a la sazón).

No indica la documentación madridista cuál fue su final. Pero si echamos mano de su leyenda, murió por una indigestión de goles en su última temporada, que finalmente le envenenaron la sangre. No obstante, según una versión minoritaria, mas no descartable sin más investigación, fue asesinado por un grupo de socios madridistas cansados de su ineficacia bajo los palos (lugar que nunca abandonaba, ni siquiera para visitar a su familia). Según esto, fue abatido de una puñalada por uno de sus guardaespaldas y, parece, al expirar exclamó:

¿Tú también, Ramus?

Antónimus.

Post scriptum: En cuanto al otro fantasma del Madrid; esa alma en pena que deambula por las inmediaciones de su banquillo, que nunca ocupa de facto; ¿qué decir de don Carleone? Basta pararse a pensar que en el mundo del periodismo deportivo español no caen bien ni el Madrid ni Florentino; pero él sí. ¡Por algo será!

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