Nuevo partido de fútbol (¡ja!) contra el Pateti y, por consiguiente, nueva aportación mediática sobre la “intensidad” de este equipo; acompañada, como siempre, de la falsa humildad propia de los lobos siberianos que caracteriza a los pupilos del hombre que siempre viste de luto, como la muerte (el que avisa, será lo que sea, pero traidor precisamente no lo es).
¿Cómo actuaba Goebbels en casos similares? Cuando pretendía imponer un criterio, lo repetía y repetía y repetía hasta que se escuchaba como si fuese lo más lógico del mundo (según él, la verdad no es más que una mentira repetida el número suficiente de veces).
Así se comporta el Leñeros de Madrid cada vez más descaradamente; no se trata de que antes no diera patadas, que las daba en cantidades industriales, sino que prefería hacerlo “clandestinamente”; sin presumir abiertamente de ello como “señas de identidad”. Ahora, con Simeone, ha cambiado el cuento y el Pateti aspira a la “normalización” de su violencia (juega siempre fuera del reglamento) gracias la repetición del su mantra justificador. Desde luego, si no lo logra no será por falta de ecos favorables en los medios, masivamente antimadridistas.
¿Quién rebatirá tal tesis con una antítesis que obligue a una síntesis esclarecedora de la verdadera naturaleza de este asunto, como diría el bueno de Hegel camino del Olympiastadion de Berlin en día de partido?
El madridismo esta solo, así que sólo él puede defender sus intereses. Lo debe hacer rebatiendo tal falacia cada vez que nos quieran colocar esa falsa moneda. Por supuesto, esto incluye a los comentaristas que son antiguos jugadores del Madrid: cada vez que alguien suelte la palabrita “intensidad” en su presencia tienen que contestarle: “En realidad, lo que dices recibe la tipificación de violencia; basta observarla a través del reglamento para reconocer su auténtico nombre”.
Incluso el club como institución debería participar en esta logomaquia sistemáticamente (sí: nosotros también podemos repetir hasta la extenuación del adversario lo que nos dé la gana; por ejemplo, recibir siempre al Patetie con el grito de guerra de “Lisboa”).
Pero lo más importante de todo es que aquellos que reciben las patadas en el campo reaccionen y denuncien sin contemplaciones lo que perpetran los patéticos, de palabra y de obra, en lugar de aceptarlo como si fuera ineluctable.
Antónimus.
Post scriptum: La buena vecindad sólo puede existir si es recíproca. ¡Basta ya de dejar al patetismo toda la iniciativa (y la agresividad) en nuestras relaciones mutuas. La única fórmula válida para nosotros ha de ser: si no nos respetan, que nos teman. Y ojalá se querelle el Pateti si se le denuncia públicamente; vendría muy bien para poder inundar los juzgados de vídeos (distribuidos profusamente también fuera del juicio) y explicar que son las múltiples, sistemáticas e impunes acciones del Leñeros de Madrid contra nosotros las que justifican y exigen nuestra acusación.
Nosotros no creemos en el destino: lo fabricamos. No nos resignemos con lo que nos hagan nunca; simplemente, hay que subir la apuesta hasta que nuestros enemigos no puedan seguir desafiándonos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario