Lo bueno que tiene la derrota es que, además de darnos las lecciones que necesitamos para lograr en el futuro la victoria, logra que nuestros enemigos, relajada su corrección „política“ por el éxtasis, se quiten la careta para criticarnos sin disimulo y nos digan lo que piensan de nosotros sin tapujos (lo merezcamos o no).
Gracias a ello, podemos tener una idea clara de quiénes y cómo son realmente nuestros rivales. La mayoría de sus comentarios no nos interesan (porque consisten más en ataques que en análisis causales de nuestros defectos). Pero cuanto más y más claro hablen, más se mostrarán como son y, gracias a ello, nos darán más oportunidades de desenmacarar su pretendida objetividad o su supuesto amor al fútbol. En vez de fijarnos en sus patrañas, nos hemos de concentrar en conocer los puntos débiles por donde vamos a atacarlos a fin de aumentar nuestras posibilidades de hacerles daño hasta la aniquilación cuando llegue nuestro momento de triunfo.
Pues, tarde o temprano, todo se acaba, lo bueno como lo malo. Cada vez se acerca más el momento de ver volver a ver pasar los cadáveres de nuestros enemigos ante nosotros. Simplemente, el Madrid tiene que estar preparado para aprovechar las oportunidades y no dejarlas pasar de largo cuando lleguen por no estar a su altura; que es lo que le pasó el día del último clásico en el Bernabéu.
Así que hay que ocuparse especialmente de nuestra parte, la de los madridistas: tenemos que hacer una autocrítica para ver cómo podemos contribuir, cada merengue desde su puesto, a que el Madrid progrese hasta que se imponga sin discusión; pues no se trata sólo de lo que el Madrid puede hacer para alegrarnos o entretenernos cuando gana sino de lo que nosotros podemos hacer por él para ayudarle a mejorar.
Dicho todo esto, hay que enumerar las causas de nuestra derrota. Sin ánimo exhaustivo, queremos mencionar las siguientes:
1. Mou: No ha logrado desactivar claramente al Farsa más que en la final de Copa; sin embargo, no parece interesado en volver a asfixiar a los farsalanes con un juego de anticipación y de mayor nivel físico que el farsista. Tampoco ha querido atacar al árbitro por una jugada decisiva de Messi (no menos importante que la de la expulsión de Pepe de la temporada pasada). Por último, al marcar el Madrid no dio la impresión de que nuestro entrenador tuviera un plan de ruta hasta el pitido final. Era absurdo no apuntillar a un rival herido, pero no se intentó. Que enseguida fallara un gol claro Ronaldo y centremos en él nuestras críticas no puede ocultarnos que el resto de las acciones de sus compañeros (con excepciones notables, como Benzema) fue inadecuado para intentar ganar el partido. En definitiva, Mou, que tan bien suele plantear los encuentros, parece titubeante ante el Farsa. Debería comprender que el miedo a perder garantiza la derrota y atreverse a intentar ganar, pues no tiene nada más ya que perder.
2. El centro del campo: Poner a Özil en un partido de trincheras es jugar con uno menos. El alemán no cuenta entre sus virtudes con la agresividad necesaria para estos choques ni con fondo para aguantar 90 minutos (y menos cuando muchos se juegan fuera del reglamento). Pero sí su compatriota Khedira: se echaron mucho de menos sus facultades físicas. En la segunda parte, no hubo reacción desde el banquillo cuando San Guardiola pobló el centro del campo. Es muy difícil jugar con la mitad de jugadores que el adversario en esa zona y poder hacer algo útil.
3. La defensa: Coentrao, debería haber jugado de lateral izquierdo para avanzar la posición de Marcelo y dislocar la media-defensa farsista apoyando a Cristiano; Lass hubiera sido preferible como 2 (con Khedira en la media).
4. La delantera: Benzemá estuvo bien, pero no bastó. No sabemos si Cristiano estaba tocado antes de que Piqué (el indultado) le hiciera un entrandón impune. En cualquier caso, si no era su día, hubiera sido mejor reconocerlo a tiempo y cambiarlo por Higuaín en el descanso. De todas maneras, hace tiempo (por lo menos desde el principio de esta temporada) que está claro que el supuesto individualismo de Ronaldo se potencia especialmente cuando tiene que jugar contra toda la defensa contraria tan aislado del resto del equipo (que se queda abajo) como si fuera Robinsón Crusoe; si hubiera dispuesto de más apoyos a su lado habría podido asociarse con sus compañeros, como viene haciendo últimamente, en vez de estar condenado a una misión imposible en solitario.
6. Los silbidos contra Cristiano Ronaldo: Sin pretender dar lecciones de madridismo, ponemos en duda que los que pitaron a Cristiano Ronaldo el día del clásico sean verdaderamente del Real Madrid. Es decir, que durante el partido, ante nuestro máximo enemigo (no rival, ¡enemigo!) no hay que dar ni una muestra de desunión y debilidad menoscabando a uno de, sin duda, nuestros mejores jugadores. ¡Hombre! Es como si durante la batalla nos dedicáramos a insultar al compañero de trinchera mientras silban las balas peligrosamente a nuestro alrededor. ¡Al enemigo ni agua y al amigo hasta la sangre! Así que silbar a uno de nuestros mejores hombres durante la batalla del sábado porque no tuviera su mejor día (el único regular entre tantos buenísimos, y bien recientes, además) es una conducta absurda. Otra cosa es, si se cree oportuno, criticar a quien se quiera en un blog, en Valdebebas, en el aeropuerto o en el hotel de concentración. Pero en el campo no, ¡por favor! Es tirar piedras contra nosotros mismos, es de estúpidos; pone en situación de desventaja a nuestros jugadores y arma a los farsistas, que nos perciben desunidos: ¡no mostremos ningún flanco débil al enemigo durante la confrontación!
7. La portería: Aunque reconocemos que Casillas empezó con una buena parada, no nos gusta su creciente “miguelangelismo”, es decir, su conocido pasotismo por el juego aéreo unido a su tendencia a sortear la culpa de cada gol entre sus “compañeros” de la defensa (por lo visto, él siempre es inocente). Cada vez nos parece más necesario ir pensando que no va a estar para siempre en nuestra portería y hay que ir buscándole alternativa. En la segunda parte, pudo evitar alguno de los goles (el tercero) saliendo con decisión; lo cual nunca hace. En definitiva, si se lo ensalza cuando hace un paradón lo justo es que se lo critique cuando no hace todo lo que cabe esperar del supuesto mejor portero del mundo.
8. La táctica: Hay que secar a Messi bloqueando a sus pasadores, Xavi y Siniestra. Messi, sin balón, es mucho menos peligroso (como demuestra cuando juega con la Argentina ) y el Farsa, en tal caso, no sabría qué hacer con las medianias que acompañan en la delantera a su figura (pues Messi, el “buena persona”, sólo acepta a su lado a comparsas insustanciales; por eso se fueron Eto’o, Ibraimovic y otros). Sin descuidar su marcaje, sería más productivo ahogar físicamente, por anticipación y envergadura a los pasadores farsistas del centro del campo (persiguiéndolos por todo el terreno de juego) y no descolocar nuestra defensa para estar tan pendientes sólo del argentino en vez de ponernos a jugar nosotros al ataque como, se supone, sabemos y dejar que sea el rival es que se preocupe de las tácticas defensivas.
9. La presidencia: Retirar la pancarta de “El dedo de Mou nos marca el camino” para complacer la petición de Rossell y terminar recibiendo, como agradecimiento, su comentario “les hemos dado un baño” no es una buena gestión de los intereses del Madrid (aunque, quizá, sí de los privados de Florentino en Farsaluña). El presidente tiene que dar la cara más a menudo y más duramente por el equipo y cuando sea necesario, enseñar los dientes y clavarlos. La impunidad de la chulería farsalanista tiene que ser sustituida por el pago de facturas cada vez más onerosas cada vez que se nos ataque desde Ombliguistán. Hay que subir la apuesta hasta que el farsismo no se la pueda permitir.
10. El árbitro: Que el árbitro del clásico fuera Fernández Borbalán después de no enterarse de nada en el lío Mou-Vilanova de la final de la Supercopa (no puso nada en su acta; aunque esa vez sí se actuó “de oficio”) demuestra que la federación no busca a los mejores para los Madrid-Farsa sino a los más “adecuados”. Por eso no quiso echar a Piqué (que no tenía que haber jugado si Competición fuera un cómite serio) ya en la primera entrada “pereana” a Ronaldo (ni después con segunda amarilla en varias ocasiones); tampoco a Messi (pese a repetir la misma entrada y en el mismo sitio que Alonso, que sí fue amonestado); ni vio el plantillazo de amarilla de Alves, etc. Pero no se le escapaba una si el infractor iba de blanco.
11. La prensa: No es parte de nuestros intereses, pero sí de los factores que influyen; así que no hay que privarse de analizar a qué se dedica. Sólo un detalle del grupo PRISA. EL PAÍS comenta neutralmente, en pluma de don Diego Torres, la entrada de Piqué sobre Ronaldo:
“…En la primera acción en la que recibió el balón con claridad fue interceptado por Piqué, que se lanzó en plancha con las dos piernas por delante. Sufrió la entrada en sus rodillas. Tardó varios minutos en recuperarse…”
En cambio, a la hora de opinar sobre Mourinho, ya no es tan aséptico. Primera frase de la misma crónica:
“El plan de Mourinho exigía una guerra rápida…”
Y en el último párrafo:
“…La guerra rápida duró 45 minutos. En el segundo periodo, como si diera por bueno el empate, Mourinho ordenó…”
O sea, que lo primero que se quiere inculcar en el lector (efecto de primacía) es la asociación Mou-guerra; la cual es reforzada (efecto de recencia) al final de la crónica. Muy “profesional” por parte de DDT.
Vista en general, la prensa ha pasado de nosotros por completo, sin polemizar sobre Piqué (ni la de Madrid) ni juzgar la labor del árbitro ni destacar que sin Marcelo no hubiera subido el 1-2 al marcador (pero le han dado el gol a Xavi, no como pasó con Pepe). Después, en la rueda de prensa, si Mou quiere dar un titular reivindicativo, estupendo (se le invita a ello); pero los plumíferos no tienen nada que comentar de motu propio a nuestro favor (o sea, sobre las eventuales irregularidades que evitan que haya fútbol en el partido). Así que estamos totalmente solos; más nos vale asumirlo y obrar en consecuencia.
12. La afición del Bernabéu:
Al parecer, muchos madridistas quieren tanto al Madrid que alquilan su abono el día del clásico y el campo se llena de “turistas” que no tienen ningún interés en animar al equipo (bueno, tampoco muchos de los madridistas oficiales lo hacen). No hace mucho que en estas páginas criticamos a Mou por pretender reeducar al madridismo a la hora de apoyar al equipo. Creemos que no lo va a conseguir; y, sin embargo, nos tememos que es necesario fomentar el apoyo de la afición a nuestros colores; so pena de no jugar algunas bazas de este “juego” que otros sí usan sin la menor vacilación (como cuando nos apedrean el autocar o sacan vídeos “ad hoc”).
13. Sobre el bloqueo madridista ante el Farsa:
Tal vez, además de cuestiones arbitrales, tácticas, físicas y técnicas, haya que admitir algún elemento mental (por llamarlo de alguna forma) que nos perjudica cuando jugamos contra el Farsa. No puede ser sólo casual que el Real hiciera en el clásico uno de los peores partidos de la temporada. Veamos algunas variables que pueden influir en su brusca bajada de rendimiento:
1º) Indudablemente influyen mentalmente factores de la historia reciente que han condicionado los resultados: robos no tan lejanos, injusticias varias, que se recuerdan y dan inseguridad.; pues, por mucho que hagamos siempre ocurre algo.
2º) El elogio desmedido al Farsa, la crítica injustificada al Real, tan común en la prensa de Farsalona y en la de Madrid (porque aquí hay mucho antimadridista suelto, de momento) tienen que acomplejar algo a los nuestros. Si te dicen una vez que tienes cara de camello, no hagas caso; si te lo dicen varias veces, corre a tu casa y mírate al espejo.
3º) Y sí, hay que decirlo, probablemente tampoco se trabajan bien desde el punto de vista de la psicosociología del grupo los partidos ante el Farsa. Por ejemplo, desvelando la falacia de los argumentos antis y dejando bien claras las injusticias arbitrales; con consignas claras de unidad, que no debería romperse al primer fallo, etc.; pero también logrando la tensión necesaria sin el nerviosismo perjudicial (nerviosismo que todos observamos durante el partido y que generó fallos infrecuentes y dudas extrañas). ¿Que cómo se consigue esa seguridad y ese equilibrio en la dinámica del grupo? Bueno, en el mejor equipo del mundo, en el club con el mayor presupuesto del mundo, seguro que tiene que haber profesionales que den respuestas adecuadas a estas cuestiones. En otro caso, que los contraten. Pero no podemos volver a tener un comportamiento inseguro: Si nos marcan pronto por lo que se nos puede venir encima y si marcamos nosotros pronto, entonces: ¿por qué?
Conclusión: somos más fuertes; más rápidos; al menos, iguales técnica y tácticamente; más jóvenes; con más que ganar: ¡el próximo partido contra el Farsa lo vamos a ganar! Si de verdad somos fuertes mentalmente no tiene la menor importancia que se juegue en Farsalona. ¡Mejor! Así les hará más daño la derrota a nuestros enemigos (incluso, dada su conocida “deportividad” y la de su público, puede terminar el partido como el rosario de la aurora con..cierre de campo).
En definitiva, sin querer excusar los defectos madridistas (de entrenador y jugadores) ni su parte alícuota de culpa en la derrota, una vez más, el Madrid no tuvo ni la menor ayuda arbitral (que es la de mera administración equitativa de justicia para todos); ni de la prensa (denunciando lo extradeportivo o juzgando ecuánimamente lo deportivo); ni de la federación (Comité de Competición); ni de la suerte (en el segundo gol); ni siquiera de su propio público. Tenemos pues mucha tarea por delante y vamos a necesitar tener paciencia para alcanzar nuestras metas. Lo que no podemos es bajar los brazos sin haber alcanzado antes nuestros objetivos.
¡Hala Madrid!
Antonimus.
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