miércoles, 9 de abril de 2014

NI HAY ENTRENADOR, NI ESQUEMA DE JUEGO NI JUEGA QUIEN LO MERECE

Otra noche negra europea de los blancos; eso sí, con el consuelo de que el colchón de goles de la ida permitió sobrevivir al equipo, que alcanza por cuarta temporada consecutiva las semifinales de la Champions, donde también llega el Chelsea de Mou, y no por casualidad, que es la quinta “semi” seguida del entrenador portugués, con un título incluido.

Pero el marcador final de la eliminatoria no puede ocultar ni el naufragio del equipo en Alemania ni una sería de problemas graves del equipo y, lo que es peor, ya crónicos.

Para empezar, Madrid no tiene entrenador digno de este nombre; se puede admitir esta tesis o no, pero las consecuencias son innegables y están ahí para el que quiera hacer la comparación con la labor de Mou, que, gustase o no, sí que era un auténtico técnico entregado a su trabajo y con capacidad de reacción (el italiano no ha sabido cómo dar la vuelta a ninguno de los partidos importantes de esta temporada, ni en España ni en Europa).

Como no hay responsable táctico efectivo sino teórico, tampoco tenemos esquema de juego, sobre todo sin Cristiano. Parece que todo lo decide la autogestión de los jugadores (para eso forzaron la marcha de Mou); pero este “sistema” no da de sí lo suficiente para garantizar títulos.

El centro del campo está mal estructurado (no busca la superioridad numérica en la zona para bloquear al adversario) y, lo que es mucho peor, hay en el elementos como Illarra que no tienen nada que hacer en el equipo; excepto cerrar el paso a alguien válido, como Casemiro, que en los pocos minutos que le concedió don Carleone demostró, nuevamente, que él si que sabe de que va jugar en serio y metiendo la pierna.

No debió jugar Di María más de un tiempo, ni por su enfermedad previa ni por la depresión acarreada por su fallo en el penalti, que afectó a todo el equipo.

Benzemá es capítulo especial. No está claro si juega porque es francés (como Zidane, y no es casualidad) o por qué, pero está claro que no vale para los partidos aguerridos, donde hay que imponerse al adversario por lo civil y además por lo criminal.

En cuanto a Fallillas, hay que reconocer que hizo una buena parada en el segundo gol (el que regaló Illarramendi), aunque, desgraciadamente, no puedo evitarlo, pero esa no fue su culpa. Sí lo fue su ¿salida? en el primer gol tras el gran fallo de Pepe. El resto fueron paradas (más bien, rechaces) a tiros dirigidos a él, que no tuvo que buscar (como sí hizo el portero alemán). Pero no fue su peor partido ni el mejor, leyendas mediáticas y campañistas aparte.

Ayer ni el árbitro fue excusa, pues no dudó en pitarnos un penalti a favor enseguida y no se cebó con Alonso cuando pudo. Tampoco hay nada que criticar a los alemanes, que buscaron su clasificación con entusiasmo, pero sin violencia. Simplemente, nos pasó lo que nos buscamos nosotros mismos con una pasividad culposa, abúlica y pésimamente dirigida desde la banda.

Y ahora a ver quién nos toca en semifinales, que no parece que estemos para muchos alardes.

Antónimus.

Post scriptum: Para jugar al fútbol, como para casi todo en la vida, hacen falta tres cosas: saber (clase), querer (carácter) y poder (físico). Las figuritas incompletas que intentas hacer estas tres labores dominando una sola, o dos como mucho, están condenadas a dar tantas de cal como de arena.

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