Lo que hizo Bale cuando ya acababa la final de Copa, aparte de marcar su gol excepcional (que se recordará muchos, muchos años), fue escribir una metáfora de la realidad futbolística actual en lo que se refiere al Madrid y al Farsa: éste, cada vez más periclitado, se ve no sólo superado sino con su modelo de club refutado por aquél, el pujante equipo de fichajes estratégicos de Florentino, o sea, el que tiene el futuro a su alcance gracias a la fantástica selección de figuras internacionales que ha logrado reunir gracias a tener más ingresos que ningún otro club deportivo del planera.
Porque este tipo de alegorías expresan sin palabras lo que se viene diciendo hace ya tiempo, aunque sin ser admitido por muchos; pero ahora es sencillamente innegable, pues las imágenes hablan por sí solas; lo mismo que los balances.
Por lo demás, la final se caracterizó por la ausencia de las dos figuras principales de cada equipo; Cristiano tuvo al menos un justificante médico para no jugar, pero lo de la Mesita-de-noche es ya clamoroso. ¿Se reserva para el mundial? ¿Presiona para obtener un buen contrato? Quizá se trate simplemente de una táctica para dejar claro que el príncipe Neymar (ese “orillero” que juega desterrado en la banda) no va a ser aceptado en el reino rosarino sin pagar un precio muy alto (aparte del precio fiscal-judicial que va a pagar el Farsa por él). También puede tener que ver con el eclipse de Xavi que viene sufriendo el farsismo cada vez más descaradamente y que ya no le hace llegar al argentino los balones necesarios para explotar el juego que más le favorece.
Lo demás fue lo que dejó el Madrid que ocurriera, ya que, habiendo marcado Di María tan pronto (en una jugada genial de contraataque marca de la casa), luego se dedicó nuestro equipo a desaprovechar oportunidades sobradas para cerrar el partido incluso en la primera parte; pero la falta de acierto y el exceso de individualismo de nuestros delanteros no lo permitieron. Por supuesto, el Farsa tuvo más posesión (como siempre), pero este concepto sólo sirve cuando lo que se posee es el marcador. O sea: “don sin din, puñetas en latín”.
En la segunda parte, más de lo mismo hasta que Pepe dejó rematar a Bartra (ese que luego dejó tirado nuestro príncipe de Gales) y el Farsa empató cuando ya quedaba poco para poder reaccionar y la prórroga empezó a sobrevolar la final. No fue así porque Bale lo evitó (por otra parte, los abuelos del Farsa la hubieran soportado peor que nosotros).
Como conclusión, analicemos un par de cuestiones que merecen ser destacadas.
En cuanto a Fallillas, hay que reconocerle que tiene, sin duda, la mejor prensa del mundo (hasta Obama se la envidia, seguro). Sólo así se explica que ningún medio se pregunte si en el gol encajado pudo hacer algo más (cuestión que no hubiera faltado si el gol lo hubiera encajado Diego López). Por ejemplo, ¿debió llegar al palo a tiempo en un remate más bien bombeado? o, ¿tendría que haber eliminado este riesgo poniendo un defensa junto al poste en el saque de córner? En cambio, todo el mundo mediático destaca “su” suerte (no la del Madrid) en el tiro final de Neymar al palo con el mostoleño ya batido (y eso que él no desvió el balón). En ninguno de los dos lances hizo Íker nada que decidiera la jugada, pero lo negativo o cuestionable se calla tanto como se magnifica y proclama lo positivo (aunque no sea mérito suyo); así que no se hace para informar “objetivamente” sino para manipular, claro está por “quién”.
Para acabar, recreémonos en el golazo de contraataque de Bale, que corrió más de 60 metros a una media de 30 km/h en el minuto 85 y aún le quedó resuello para llegar al área enemiga con suficiente oxígeno en el cerebro para rematar el partido y la leyenda farsista, porque, esta vez, el dragón galés se comió a san Jorge enterito.
Antónimus.
Post scriptum: El Madrid debería pedirle a la Academía de la Lengua Castellana que los madridistas podamos a partir de ahora escribir legítimamente “bale”, “bálido o “baler”, así como todos sus derivados, es decir, utilizando la “b” de Bale.
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