¿Qué significa estraperlo? En esta sociedad de consumo “de escaparate”, la inmensa mayoría ya no sabe que en la postguerra de la guerra civil española se generalizó este término como sinónimo de chanchullo o negocio fraudulento relativo a la venta especulativa de bienes, principalmente alimentos con precios intervenidos oficialmente; como el valor establecido no convenía a los suministradores de dichas mercancías, éstas eran desviadas al mercado negro, donde su valor se disparaba gracias a su escasez estudiada. Esta especulación es el sentido en el que se va a usar en este artículo dicha palabra, pero específicamente en relación con el fútbol.
Hay más de un tipo de estraperlo futbolístico; mencionaremos tres:
El triki-atraka.
La intensidad.
El racaneo.
Ejemplo indudable del primero es el cuento chino del todavía entrenador del Baviera de Munich; consiste en convertir el fútbol en un bien escaso y “administrarlo” adecuadamente. Repárese en que si se convierte el medio “posesión del balón” en un fin en si mismo, se actúa igual que un órgano canceroso, que en lugar de trabajar solidariamente para el organismo al que pertenece, lo parasita y destruye, eso sí, con beneficio (temporal) para este elemento especulativo.
El Farsa viene prácticamente esta alienación futbolística hace años. En sí misma, esta estrategia no vale tanto; si ha funcionado mejor ha sido por factores externos a este sistema: los frecuentes apoyos políticos (arbitrajes incluidos) al que se autoproclama como “más-que-un-club” (luego, a confesión de parte…) y la aportación excepcional de un jugador que actúa como un autista del gol (en contradicción absoluta y al margen de la táctica proclamada), porque la verdad es que él solo ha ganado muchos partidos que el estancamiento del balón en el centro del campo no habría resuelto (evidentemente, estos factores externos no reafirman sino que contradicen la viabilidad del tiki-atraka, igual que la quimioterapia, facilitada a un paciente de leucemia desde fuera de su organismo, es la que lo ayuda a seguir vivo, no la enfermedad).
Simeone es el impulsor de la segunda versión. Su paso por el Pateti ha dado lugar a una recuperación (títulos incluidos) del equipo; al menos “oficialmente”. Y es que en un mundo donde lo único que cuenta son los resultados, el argentino representa un modus operandi lícito para muchos que no hacen preguntas sobre el precio a pagar para obtener el objeto de sus deseos, sea por lo civil o por lo criminal (literalmente). Pero no es tan sencillo justificar al argentino o a su táctica. Para empezar, las palabras “lícito” o “justificar” no son aplicables a quien, consciente y sistemáticamente, hace jugar a los patéticos “más allá del reglamento”. Sólo la impunidad, llamativa e innegable con la que los árbitros y los periodistas lo miman, permite seguir arriba a un equipo que apenas tiene quince jugadores válidos (bastaría un mayor número de tarjetas, de cualquier color, para mermar irremediablemente el rendimiento “deportivo” de este club, con lo que no podría disputar los campeonatos).
Por último, el racaneo es, dicho claramente, la variante que emplea el Madrid, mejor dicho, su autogestionaria plantilla, para escamotear trabajo a sus seguidores (con riesgo para los resultados) o para poner de titular, por amiguismo, a quien los mandamases del vestuario quieren.
Racionar el esfuerzo no es una novedad aquí; ya en la época de plata de la Copa de Europa (3 títulos en 5 temporadas de 1998 a 2002) se dio esta circunstancia, como demuestra que alguno de estos años, de no haber ganado este trofeo, ni siquiera hubiera disputado la Champions siguiente (como consecuencia de la pésima campaña liguera correspondiente).
Tampoco el amiguismo es tan raro en un equipo que se declaró en rebelión abierta cuando Florentino fichó a Ronaldo el brasileño, lo que iba en detrimento de la titularidad del amigo Morientes (por eso “nuestros” jugadores no quisieron celebrar con el público del Bernabéu un título de Liga y se metieron al vestuario, donde estaba con ellos el ínclito señor marqués, el “entrenador ideal” para muchos; pero ese día, don “perfecto” no quiso saber nada del motín que ocurría en sus narices. Por eso, cuando el presidente le preguntó qué pasaba se escabulló. Esa fue la causa directa de su despido, por pasota, que es lo único que es, no un director técnico; como demuestra su compadreo con los pesos pesados de La Floja y que emplea una táctica heredada de Luis Aragones y del Farsa).
Pero donde quedó aún más claro este asunto fue en la época de Mou: primera temporada, título de Copa después de que en Liga el Farsa goleó al Madrid en su estadio, cuando se jugó como querían nuestros jugadores (en el Bernabéu, con el sistema de Mou, se empató). ¿Cómo se ganó aquella final al mismo Farsa? Con estajanovismo. Segunda temporada, la Liga de los Cien Puntos (la primera y todavía con más goles que nadie y tantos puntos ganados fuera como en casa, incluso derrotando al Farsa a domicilio); lo mismo, se obtuvo gracias al trabajo, trabajo y trabajo, además de un sistema de juego definido e impuesto por el técnico. Tercera temporada, Supercopa frente al mismo enemigo y luego…huelga de celos de los jugadores importantes, que no soportaban que su entrenador fuera el que mandaba (si ganaban otra Liga con el mismo procedimiento, quedaban condenados a seguir jugando con este estilo currante indefinidamente). Por eso se tuvo que ir Mou (porque no lo echó el club) y por eso vino don Carleone, otro Del Bosque, otro templagaitas para apaciguar a las fieras del vestuario y de la prensa.
Lo que muestran estos tres ejemplos es que hay varias formas de estafar su dinero a los espectadores del fútbol; todas sirven para un mismo propósito: especular con el suministro de un bien de utilización general para que aumente su valor al ofertarlo con cuentagotas y para beneficio exclusivo de los estraperlistas de cada caso. No deberíamos pasarlo por alto tan fácilmente, porque esto no tiene por qué ser así, pues no es más que un engaño, un timo; con la prensa colaboracionista como cómplice. El que gana así no es “nuestro” club sino el especulador y el que pierde es el público y el fútbol, cada vez más raro en los estadios.
El problema, inmoralidad aparte, es que en la vida nada sale gratis y encima el precio de estas trampas lo pagan los demás, no quienes las perpetran; por eso siguen actuando así, porque sus actos siguen siendo impunes, como tantas otras corrupciones en este malhadado país.
Cibeles Madridista.
Post scriptum: Lo peor de la falsificación no es que carece del valor de lo auténtico sino que lo llega a suplantar completamente.
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