miércoles, 30 de enero de 2013

LA SEÑORA DE FALLILLAS LE SIGUE BUSCANDO LAS COSQUILLAS AL MADRID


La inefable señora de Falllillas, también conocida como Sara Follonero, sigue adelante con sus actividades deformativas y antimadridistas.

 Lo primero que habría que decir de ella es que no sabemos si tiene ya o todavía no la titulación académica habilitante para ejercer la profesión de periodista sin incurrir en intrusismo.

Por lo demás, cuando la Sra. de Fallillas intenta decir algo nunca se sabe exactamente qué es, pues es más que “vox populi” que la facundia no es una de las gracias que la adornan.

 Pero donde no hay duda de que ejerce el  intrusismo es en sus frecuentes comentarios sobre el vestuario del Madrid, del que, en principio, no tendría por qué saber más que, pongamos, el Presidente del club. O, ¿tiene su(s) propia(s) fuente(s) de información “interna” de lo que allí sucede?


 En cuanto a su afirmación de que se da por supuesto y demostrado (en la prensa) que "los jugadores del Madrid no tragan a Mourinho” algunos, al menos los no aneuronados, seguimos recordando que esta “película” de la prensa sobre el entrenador portugués del Madrid empezó con una sospechosa “comunión” mediática en su contra ya “antes” de que él llegara a Madrid (y esto es muy fácil de demostrar con las propias hemerotecas de los medios). Seguir sosteniendo “su” tesis no demuestra otra cosa que la necesidad de los periodistas de insistir en lo mismo si no quieren quedar como unos imbéciles  empeñados en una campaña, quien sabe si encargada, contra alguien que, en principio, tiene derecho al beneficio de la inocencia hasta que no presenten pruebas y testigos de los cargos aducidos contra él.

 En definitiva, hace mucho, mucho tiempo que hay una caterva mediática que confunde sus deseos con la realidad, de la que forma parte la Sra. de Fallillas, cuya entrega como profesional en este tema no parece ser mero amor platónico por la verdad. Pero, lamentablemente para tal secta, lo único que ha logrado con sus “deposiciones” es que Mou deje a todos esos medieros en seco y que la primera cuestión a plantearse ahora no sea cuánto durará él sino cuánto durarán ellos en medios que no consiguen que el Madrid les dé la menor oportunidad de entrar en contacto con sus figuras, entrenador incluido, para poder publicar sus propias palabras en vez de tanto rumor autogenerado. No olvidemos que un medio informativo sin información es como un banco sin dinero: tan absurdo como superfluo.

 Sucede, sin embargo que la “omertá” que, según los medios, exige Mou a sus jugadores, es ejercida en otros equipos sin que los mismos “informadores” reaccionen en su contra. El ejemplo más palmario es el Farsa de Falsiola (el mismo que le negó el saludo a Cristiano en la gala del fútbol de Zurich), quien administraba los contactos con la prensa como si fueran monedas de oro (bueno, siendo farsalán lo habría hecho igual por treinta moneda de plástico).

Tampoco es casualidad que la Sra. de Casillas reaccione precisamente ahora, tras lo que ella denomina “a rey muerto, rey puesto”, o sea, tras el fichaje urgente por el Madrid de otro guardameta ante la evidencia de que para Fallillas puede haberse acabado la temporada. Con esta frase, en la que la esposa del hasta ahora jugador habitual en nuestra portería muestra su gran tacto con Diego López y con el club merengue en general, es ella (y su costilla) quien queda con el culo al aire y descubre su juego, que no es informar sobre la necesidad, o no, de tal fichaje sino encargarse de las relaciones públicas de su marido y continuar con su promoción mediática por lo civil o por lo criminal ahora que su continuidad no está garantizada.

No queremos dejar de decir explícitamente, que no se nos ha pasado por alto que la Sra. de Fallillas está juzgando a quien tiene como oficio juzgar la labor profesional de su marido y, como se merece, sentarlo en el banquillo cuando no da una (conclusión a la que ya llegamos muchos al final de la temporada pasada). O sea, la Sra. de Fallillas es juez y parte en lo que aspira a juzgar. Lo malo para ella es que a este jueguecito podemos también jugar los madridistas y, tras juzgarla a ella, llegamos a la conclusión de que nada de lo que diga sobre este asunto (ni sobre cualquier otro) es digno de ser tenido en cuenta desde un punto de vista objetivo; evidentemente, su subjetividad, no es más una rabieta de quien ve que se le seca la fuente de su popularidad (la de ella no va mucho más allá de la de él y, si no, al tiempo).

 En definitiva, a este proceder marrullero de muchos periodistas deportivos, entre ellos la Sra. de Fallillas, es a lo que Florentino Pérez llama desestabilizar en los medios de comunicación y muchos seguidores del Madrid estamos totalmente de acuerdo con él. Es más, creemos que el club debería exigirle a Fallillas que le diga a su señora cuáles son sus obligaciones como esposa del todavía capitán del Madrid si es que éste desea seguir en nuestro club (no perderemos el tiempo en enumerar las obligaciones deontológicas de una profesional como ella en un caso de conflicto de intereses, pues está claro que tampoco ha debido aprobar todavía la asignatura de ética).

 Después de esto tiene ya muy poca importancia si su marido es o no el topo de la prensa en el Madrid (lo de que alguien interno cuenta a la prensa lo que pasa allí no es más que una tapadera para justificar la campaña anti Mou de los medios, que, sin tal coartada, se reduce a una emboscada descarada e injustificable). Basta con saber sin la menor duda posible, gracias a ella, que Fallilllas, que no parece muy interesado en frenar las incursiones en su equipo de su señora, queda retratado como un individuo que no mira por el club al que tanto debe (incluso haber llegado a ser portero de la selección nacional de futbol de España) sino por su propia carrera; alguien que sigue su camino caiga quien caiga; un ser que actúa sin el menor compañerismo (nunca ha defendido a un compañero en apuros ni a su entrenador) y con una  falta de respeto evidente por el trabajo de los demás porteros del club. A esto, en medicina, se lo llama cáncer, que es lo que sucede cuando una parte de un todo se olvida del resto del colectivo y se cree más importante que el grupo en su totalidad. Ya sabemos todos cómo hay que tratar “algo” así.

 Antónimus.

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