Según va pasando, el tiempo va
poniendo a todos en su sitio; generalmente, en el cementerio (o en el cubo de
basura, según lo que cada cual se merezca). Lo digo por tanto enteradillo como
hay en Mierdaña, especialmente en su prensa deportiva.
Cristiano Ronaldo llegó en el verano
de 2009 y su entrenador, Mourinho, un año después. Así que ya se puede hacer
balance de lo que ha significado su aportación al Madrid y de si ésta ha sido
meramente cuantitativa o alcanza la dimensión cualitativo-estratégica.
Por supuesto, también podríamos hablar
de otros elementos destacados del equipo, como el central Pepe, o el delantero
Benzemá, o el centrocampista Özil; pero, si los analizamos a fondo, hemos de
reconocer una cosa: si se fueran, los echaríamos en falta sin duda (sobre todo,
si no consiguiéramos reemplazarlos con jugadores de nivel equivalente), pero el
equipo seguiría siendo el mismo en su ambición y capacidad de lucha para
obtener títulos; porque estas cualidades sólo las aportan los superclases y es
de ellos, exclusivamente, de quienes vamos a ocuparnos en este artículo.
Por eso se notaría tanto la marcha de
Cristiano o Mou; se podrá estar a favor o en contra de ellos (por asombroso que
parezca a los que no pertenecen a la jauría mediática que los intenta dar caza
desde su llegada y a tanto desinformado o escaso mental que ríe las
deposiciones de los plumillas, incluso entre las filas blancas), pero no se
puede ignorar tan fácilmente como a muchos les gustaría la esencial aportación
de la pareja portuguesa al Madrid.
CRISTIANO
Llegó acompañado de una ofensa cantada
ante la pasividad culposa de autoridades e informadores: “este portugués, qué
hijoputa és”. Esto ocurrió antes de que hiciera nada inapropiado o provocador
en el terreno de juego (por cierto, enseguida estuvo dos meses lesionado por
una agresión que no se sancionó). Evidentemente, no se trata únicamente de un
insulto sino también de xenofobia al ser extranjero; pero, él no se llama Eto’o
ni pertenece al brazo armado deportivo-político de un movimiento separatista
antiespañol; así que nadie interviene para cortar esta bajeza ilegal con
sanciones ejemplares (igual que no se hace nada cuando se convocan
linchamientos públicos contra el Madrid, incluyendo amenazas de muerte, porque
eso, al parecer, no es problema de nuestra autoridades deportivas ni
políticas).
No es la primera vez que se intenta
insultar al Madrid o a sus miembros más destacados en lugar de ganarle en el
campo (porque ésto ya no es tan fácil, ni siguiera con los conocidos “apoyos”
disponibles). Lo saben bien en Gijón, cuyo equipo epónimo actualmente juega,
para bien de muchas anatomías, en Segunda División (la suya genuina, sin la menor de las dudas).
Otros más “asépticos” optaron por el
análisis “objetivo” (por la vivisección, más bien) del juego de Ronaldo. De
hecho, esta fue la táctica de los “campañistas”, o sea, de la gran mayoría de
periodistas de la línea del “desportismo ilustrado” (todo para el público, pero
sin el público; que la opinión publicada es la única que vale). Hay que
destacar que tales “profesionales” no son sólo de Farsalona sino también de
Madrid (con muy honrosas excepciones, pero ya se sabe que lo excepcional no es
más que la confirmación de la regla).
Era digno de leerse como ésos que
dicen “amar” tanto el fútbol (mientras no signifique que gana el Madrid)
dedicaban al delantero portugués continuamente argumentos tendenciosos para
restarle méritos mientras eran todo cariño con quien, quizá porque su
naturaleza neuronal no fue especialmente generosa con él, precisaba de mayor
apoyo y comprensión (por ejemplo, de su costumbre de escupir y menospreciar a
sus adversarios).
Por la gracia de ellos, nos enteramos
de que Cristiano “nunca hacía nada” en los partidos decisivos; de que no le
marcaba goles al Farsa; de que no daba la cara por el equipo sino que era un
egoísta incorregible; de que no era decisivo para ganar campeonatos. Esos
genios no lograron ver nada positivo en el fichaje del portugués por el Madrid.
¡El dinero que estarán ganando los ópticos con esa caterva!
Desgraciadamente para ellos, Cristiano
se ha convertido en la figura madridista absolutamente indiscutible. Es lo
mejor que le ha pasado a este equipo en décadas. Se ha impuesto por
aplastamiento, marcando goles a un ritmo inimaginable. Ahora sus detractores
sólo pueden desahogarse por los rincones, pero no en público si no quieren
provocar risa en lugar de adhesión.
Ciertamente, hay una última barricada
a la que se aferran (que por bueno que sea Ronaldo, hay otro mejor que él),
pero no es más que una falacia y vamos a explicarlo sin la menor ambigüedad.
Para saber si Cristiano es mejor que
la me$$ita farsista
(que sale casi a contrato por temporada) habría que verlos jugar en igualdad de
condiciones, es decir, con el mismo grado de protección/desprotección arbitral;
sufriendo el mismo número de entradas malintencionadas e ilegales; con la misma
impunidad por sus acciones extradeportivas; con la misma manera de contarles
los goles (no sumándole a uno más de los que marca, incluso con la mano,
mientras al otro se le restan)…Evidentemente, nos moriremos antes de que ocurra
tal ucronía; así que no hay modo de hacer tal comparación seriamente. Ni
siquiera en sus selecciones son “iguales”, pues para la FIFA vale mucho más Argentina
que Portugal.
Sólo queda observar el trabajo que
realizan uno y otro. Entonces se advierte quién tiene la polivalencia en el
remate, la versatilidad en las distintas parcelas del terreno de juego, el
derroche físico, la entrega estajanovista y la necesidad de de jugar con muchos
menos apoyos (de su equipo o de los “otros”). Aún así, lograr, con todas esas
rémotas estar ahí es suficientemente significativo.
Por eso se impone la evidencia de que
a Cristiano no le hacen regalos ni homenajes los adversarios o los colegiados.
Todo lo que gana es suyo, legítimo, sin farsa ni cartón. Con eso nos quedamos
los que hablamos sólo de fútbol y no de otras cosas “màs”.
Su última intervención magistral no ha
ocurrido en sino fuera del terreno de juego (bueno, también dentro; aunque, una
vez más incluyendo sustracción arbitral de gol legítimamente marcado). Su
discurso al madridismo es una “intervención de capitán”, de “estadista
deportivo” que quiere hacer ver al madridismo dónde no tiene que buscar
enemigos, que nos sobran por lo demás. Se echa en falta a otros “capitanitos”
que no intervienen para defender ni a sus compañeros ni a su entrenador
(permanentemente acosados).
Que mediten los que siguen empeñados
en llamarse madridistas: mientras atacan a nuestros mejores elementos nos
debilitan. Si siguen por este camino, Cristiano perderá su vinculación
emocional con el Madrid y se irá a otro equipo grande donde levantará copas con
bastantes menos dificultades políticas (y ganará bastante más) que en nuestro
club. Esperemos que no tengamos que lamentarnos de haber tenido razón en esto y
se rectifique a tiempo; porque su marcha sería un cataclismo del nivel de haber
dejado irse a Di Stéfano después de tenerlo fichado.
MOU
Heredó la cantinela de Cristiano y
llegó a ver como le deseaban públicamente la muerte sin que nadie,
absolutamente nadie, tuviera nada que decir o hacer (dirigentes madridistas
incluidos). También a él le estaban esperando con las plumas entre los dientes
los secuaces de las redacciones teledirigidas. Pero él tiene un principio muy
sencillo: ¿para qué hacen falta las opiniones ajenas cuando uno es capaz de
tener las propias? Eso es lo que le permite pasar de todos los cantamañanas de
la prensa deportiva y esta capacidad incrementa la inquina y las mezquina
bajezas con que se le ataca.
Si hablamos de su trabajo, hay que
recordar que Mou, en unas condiciones mucho más difíciles que las de otros; en
varios países; ha conquistado toda clase de títulos. Mou, guste o no, es un
triunfador nato. Acaba de ser denominado por cuarta vez mejor entrenador del
mundo por la federación internacional de estadística del fútbol (la que no
cuenta los “botox” uefadirigidos sino los marcadores). Ningún otro entrenador
tiene más de dos galardones de este tipo.
Los que tuvieron que morderse la
lengua (y a punto estuvieron de morir envenenados) cuando ganó la Liga 100 se precipitan ahora
sobre él como único responsable de la mediocre temporada madridista. ¿No le
toca ninguna responsabilidad a los jugadores en el fracaso después de
atribuirles generosamente la prensa casi en exclusiva su aportación al éxito?
Los mismos que no ven en él más que
animadversión contra Fallilllas (creyendo que el portugués es tan poco
profesional como ellos) serían incapaces de explicar cómo se pudo tragar el
“superportero” goles como el del Ajax y tantos otros. Así que como no pueden
decir que no pasa nada raro en nuestra portería, se lo callan, mejor dicho, se
dedican a tapar cualquier crítica al mostoleño como una mafia diligente.
Pues bien, mientras ellos se dedican
al camuflaje, el entrenador luso seguirá tomando decisiones sin vacilar, con
tres huevos, que son los que él tiene. Porque no ha venido aquí a hacer amigos
sino a ampliar la sala de trofeos. Para ello, todos los jugadores, más o menos,
son prescindibles, sólo el éxito es necesario. Mou seguirá su camino caiga
quien caiga, eso que no lo dude nadie; la única cuestión a plantear al respecto
es si los madridistas lo recorreremos con él o no. De nosotros depende.
CONCLUSIÓN
Un equipo que antaño fue grande y
últimamente estaba en declive, aquejado de conformismo y parálisis
institucional, ha sido sacudido hasta los cimientos por el dúo portugués y
parece que vuelve a reemprender su camino exitoso. Es comprensible que esto
moleste a sus enemigos o a los parásitos que detentaban la administración de
esa ruina en cómodos despachos; o a los periodistas deportivos con ínfulas de
privados blancos que los acunaban con cantos interesados para que nada
cambiara; o a los que anteponen la dimensión localista de un club de fútbol
moderno a su cosmopolitismo, que es lo que ha hecho grande de verdad,
planetariamente, al Madrid; o a los que anteponen la selección nacional a los
intereses de un club privado olvidando que nadie está obligado a ser madridista,
pero si se es tal, entonces no puede mezclar las perspectivas y se tiene que
comprender que ningún bien nos hacen los triunfos ajenos sino los nuestros y
nada nos debe distraer de este propósitos en “nuestros” campeonatos (ya lo
avisaba la biblia: no se puede servir a
dos señores a la vez).
También es muy lamentable que haya
tanto merengue delicuescente que prefiere una decadencia “señorial” a dar la
cara y morder para buscarse un sitio bajo el sol. No hay nada más que decir que
recordarles que en la vida se paga por todo, por lo que se hace bien y por lo
que se hace mal De hecho, no siquiera saben qué significa el concepto “señor”,
es decir, dueño de sí mismo, no sometido a otros, autónomo; algo que no se
logra sin lucha.
Los que son señores y saben lo que
quieren son los que hablan de sus cosas y se ocupan debidamente de ellas; los
otros, los “criados”, son los que hablan de las cosas de sus señores, ya que
ellos no han sabido serlo de sí mismos. Pueden consolarse y seguir creyendo en
el mito de la armonía universal, que al final contará también con ellos; pero
los pobrecitos tendrán que esperar mucho tiempo a que el éxito tenga la
amabilidad de ir a verles a su casa (si es que sucede). Los demás ya sabemos
cómo se obtiene el éxito: “con hierro y sangre”.
Antónimus.
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