lunes, 24 de octubre de 2011

LA BELLEZA EN EL FÚTBOL


Se habla mucho del bello juego que realiza el Farsa (para los no iniciados, Barcelona). ¿Qué se considera bello, en qué consiste la belleza?  Atendiendo al Diccionario de la Real Academia Española la belleza es una “propiedad de las cosas que nos hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual”.  De acuerdo con esto, el juego del Real Madrid es bello para millones y millones de personas y el del Farsa para menos. La discusión podría acabar aquí y sería irrebatible, pero argumentaré algo más.

En general, por su propia esencia, no hay dogmas acerca de la belleza ¿Por qué?  Porque la condición de lo bello es relativa al espacio y al tiempo. Dicho más claramente, que lo que se considera bello aquí y ahora no lo era anteayer aquí o no lo es hoy en otro lugar. Para salvar ese primer problema vamos a centrarnos en nuestro tiempo y en España.

Y aquí leo y oigo que el juego del  Farsa es bonito, bello, estético. Será para los seguidores de ese “más que un club” –incluyo aquí a periodistas varios-.   En el Bernabéu se puede hasta silbar ese peloteo horizontal y hacia atrás que hoy es la seña de identidad del Farsa. Es decir, que a los seguidores del Real no nos gusta tanto, no nos parece tan bello o estético; no obstante no diré que sea feo, dado que un pensamiento de Jules Renard  (fue un escritor francés, miembro de la Academia Goncourt, crítico literario y dramático, poeta y narrador) indica que: “Todo es bello o tiene su belleza. Hay que hablar de un cerdo como de una flor”. Y de cerdos el Farsa sabe un rato y los aprecia como a su familia.

Para ver algo bello se puede ir, por ejemplo, al Museo del Prado, que por cierto nos coge cerca. O al campo -no digo al estadio- a ver florecer la primavera o languidecer el otoño; también serviría la ópera o leer a un excelso poeta; incluso podemos –no estamos en Cataluña- acercarnos a los toros. Pero al campo de fútbol, como espectador, se va a ver ganar a tu equipo y a ver perder al rival. Y la estética no gana ni pierde. Gana el que mete más goles, –salvo si Villar y sus árbitros deciden otra cosa y anulan algún gol-.

Y no me vengan con el sofisma de si se prefiere jugar mal (feo) y ganar o jugar bien (bonito) y perder. Jugar bien es jugar con ritmo, con velocidad, con técnica, creando ocasiones de gol  y a veces transformándolas para ganar. El duermebobos del Farsa –como a veces el de la Selección- aburre y, en serio, tampoco es tan difícil jugar así si se cuenta con rivales “que salen replegados, dejan que España toque y toque y cuando se quieren dar cuenta van dos goles abajo. Partido liquidado” (El Rincón de Lotina, en AS).  La frase es aplicable al Farsa al que, además, apenas le presionan por si hacen falta y entonces… Y si el equipo contrario se rebela y ataca, cuando ya va perdiendo, los actores –como Rosell denominó a sus jugadores, aquí sólo se reafirma- se tiran, simulan dolor, se quejan al árbitro, retrasan el juego… y todo eso es ¡bellísimo!  Pues, pensadlo bien: eso pasa cuando juegas contra el Farsa.

En el partido de Champions contra el Ajax el Real dio 43 toques sin perder el balón en 108 segundos y terminó metiendo gol. Pues bien, la propia prensa resalta mucho más los goles eléctricos que consigue nuestro equipo con pocos toques y muy verticalmente. Esto es más eficaz, más eficiente y, para la mayoría, más bello, porque a día de hoy las audiencias televisivas –incluidas las de pago- son MUCHO más altas para el Real que para el Farsa y como no parece lógico que se quieran fustigar viendo algo horrible hay que aseverar, en puridad y buena lógica, que les gusta más ver al Real, aunque  ello no implique que en términos absolutos sea un juego más bonito, porque ciertamente nadie posee el canon de la belleza. Pero, aquí y ahora, el Real gana en la dimensión estética.

Concluyendo, de gustibus et coloribus non est disputandum, o, en otras palabras, que para gustos están los colores. El mío es el blanco Real y es precioso.

Luigi Vinci

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