Quisiera hablar de uno de los argumentos que más han utilizado los periódicos (y los madridistas detractores de la línea que aquí se defiende, que coincide con la de Mou y Florentino); me refiero a la pérdida de “señorío” de nuestro club porque no está siendo fiel a los “valores” tradicionales en él.
También podríamos hablar de la “imagen”, pero no merece la pena, porque en una sociedad mediática no es más que lo que los medios quieran decir de ti; si están en contra tuya, tu fama (como se decía antes), sólo puede ser negativa. Por tanto, no importa lo que tú hagas sino que hagas (o no) lo que otros quieren obtener de ti. Así de sencillo es el problema: claudicar o resistirse al derecho de pernada de la prensa y de otras “entidades”.
En cuanto a las otras dos cuestiones, según el diccionario de la Real Academía de la Lengua Española , “señorío” significa lo siguiente:
señorío.
(De señor).
Deduzco de todo ello que los que hablan de nuestro perdido “señorío” se refieren a las acepciones 3ª, 4ª y 5ª. Yo, en cambio, me baso en la acepción 1ª y considero que no puede haber “señorío” sin dominio (eso es lo que significa) o autoridad sobre algo o alguien; además, no hay señorío sin “señor” (en latín, “dominus”, el que tiene “dominium”, de donde se deriva en castellano “dominio”). En consecuencia, “señor” es aquel que es capaz de imponerse a los demás (impera, es decir, manda o tiene autoridad sobre ellos), no quien es más cortés que nadie.
En conclusión, se es señor por derecho de conquista; como el Madrid de las Cinco Copas de Europa. Luego, después del éxito, es cuando se habla bien de uno y se le considera ejemplar y digno de respeto: no confundamos el efecto con la causa.
Por tanto, si nuestro equipo está sometido a sitio mediático y político, como se sostiene en Cibeles Madridista, no podrá ejercer su “señorío” hasta que restablezca su poder. Y en eso estamos los que queremos “despejar” esa amenaza y de paso las dudas de aquellos madridistas que no terminan de asumir que estamos ya en el siglo XXI y que los caballeros ya estaban anticuados en la época de Cervantes (por eso precisamente escribió el Quijote).
En cuanto a los “valores”, aparte de que cambian constantemente a lo largo del tiempo o de un país a otro (basta recordar cuántas morales han existido a lo largo de la historia de la humanidad o coexisten actualmente); en consecuencia, quisiera llamar la atención sobre la necesidad ser realistas al respecto y no mitificarlos ilusoriamente.
Decía mi abuela que “don sin din significa puñetas en latín”. De la misma manera, en la vida uno puede tener (y utilizar) sólo lo que es capaz de obtener. En nuestro caso, todo depende de los resultados, que son los que consagran o defenestran a los entrenadores, presidentes y equipos. Es basándose en ellos desde donde se construye posteriormente un modelo, en este caso deportivo, que da estructura, prestigio y objetivos para el futuro (seguir arriba) a una institución. Por tanto, nuestros valores son los marcadores. Sin éxito, ni el Madrid ni nadie logra un estilo ejemplar para sí ni para los demás. Luego, este debate no pasa de ser una muestra más del despiste que aqueja a más de un madridista.
Lo que tal vez quieran decir sobre “los valores” los madridistas disidentes de Mourinho y Florentino es que la “Realpolitik” del Madrid debe no sólo ganar títulos sino también “salvar las apariencias”. Este concepto es muy peligroso, porque al final lleva a aceptar que los hipócritas, los farsistas, los tramposos son los que tienen razón; los que hacen lo que les conviene (no lo que se debe) y con mucha razón; porque sólo los memos del Madrid siguen creyendo en la justicia. ¿Seguro que esos “valores” son mejores que los que está poniendo en práctica la directiva actual? Considero preferible denunciar la “Farsa” en que se han convertido las competiciones a tragar “señorialmente” mientras nos disecan vivos y nos mandan al museo.
Pero, que no se preocupen los madridistas “tradicionalistas”, porque para nuestra tarea reivindicativa (y vindicativa) vamos a echar mano de un valor reconocido al Madrid desde muy antiguo: su espíritu de lucha infatigable; de no darse nunca por derrotado; de no aceptar con fatalismo los reveses.
Todos los que queremos analizar hasta sus raíces en qué consiste el problema deportivo actual del Madrid sabemos que nosotros no podemos apoyarnos para resolverlo en un separatismo político que logre “orientar a nuestro favor” a las autoridades españolas. Además, sería un contrasentido seguir tal estrategia chantajista en un equipo que no debería olvidar nunca que sus señas de identidad de mejor equipo del siglo XX no son el ombliguismo paleto sino el internacionalismo. Ese es nuestro futuro y también la lección que aprendimos al realizar la gesta de ganar durante un Quinquenio ininterrumpido en Europa y también la Primera Copa Intercontinental; es lo que nos hizo comprender que el mundo es ancho pero no ajeno; pues nos pertenece tanto a nosotros como nosotros a él.
Tampoco podemos ser un “compañero de viaje” acomodaticio para la Unión Europea de Financieros Antimadridistas (eso está muy claro desde la Sexta Copa de Europa). No nos podemos convertir, como han hecho otros, en un paje discreto que nunca haga sombra a la UEFA o a su kapo Platini y acepte cobrar por su papel de lacayo lo que quiera darle su amo; sencillamente, somos mucho más importantes que todos ellos y generamos demasiado dinero y prestigio para que no nos envidien (como diría Cristiano Ronaldo).
Para desgracia de todos ellos, no somos unos pigmeos en el mundo del fútbol. Si nos negamos a aceptar sus “designios” podemos hacer mucho más ruido del que podrán soportar, tanto los de “aquí” como los de “allí”. De ahí su interés en amordazarnos; y no por salvar el “buen ambiente del fútbol” sino para no tener que dar cuenta de sus “decisiones”.
Esos madridistas que hacen causa común con nuestros detractores y nos piden que rebajemos el tono de nuestras protestas no pueden esperar nuestro colaboracionismo con los que nos quieren enterrar vivos; sólo los tontos pueden aceptar algo así y no están en nuestro equipo. Preguntémonos seriamente: ¿Son desinteresados los consejos que nos lanzan nuestros críticos?, o, ¿son órdenes?, o ¿amenazas? Pueden ahorrarse la molestia; sabemos muy bien quiénes son y quien les da “cuerda”.
Los merengues disidentes tendrán que tomar partido con todas las consecuencias; porque hay que hablar de una vez sin rodeos “educados” de los enemigos del Madrid. Y sin miedo. Lo más que podemos perder es lo que ya nos están quitando maquiavélicamente: nosotros nos obligamos en nuestro himno a dar la mano cuando nos ganan, pero no cuando nos roban.
Hay quien cree en el destino; nosotros no: cada cual se forja su propia suerte. Luego, no nos vamos a resignar a caer sin dar batalla; porque ha sido luchando como hemos llegado hasta aquí. Sabemos qué hacer: la copa de España de este año ha dejado claro que tenemos razón y fuerza. Los que tienen que estar preocupados son nuestros adversarios, no nosotros; se han buscado un enemigo que les viene muy grande.
No habrá paz, ni dentro ni fuera de los estadios, mientras se empeñen en ningunearnos. Las consecuencias deportivas, de orden público, de boicot económico, incluso políticas serán responsabilidad de los que crean que no sabemos cómo hacerles frente. ¿Acaso no está claro que, si nos lo proponemos, podríamos influir decisivamente incluso en el resultado de las elecciones?
Sencillamente, lo que tenemos que hacer es subir la apuesta hasta que sean ellos los que no la puedan asumir. Les va a salir muy cara su estrategia y que no duden que van a pagar completa la deuda que han contraído por habernos atacado.
Ya hemos pasado otras veces por situaciones difíciles: hasta 1953 fuimos un equipo casi sin títulos en el Primer Franquismo, que no se dedicaba precisamente a perseguir a otros equipos que ganaban entonces los campeonatos, como el Atlético de Aviación o el Farsa (curiosamente, y en contra de la mitología futbolística extendida en España, durante la Segunda República, el Madrid logró bastantes éxitos; pero ni Atlético ni Farsa se estrenaron),
Pero, en ese año,llegaron los americanos, o sea, los yanquis y Alfredo Di Stefano, y eso sí que cambió la historia de España y de su fútbol. Y del de Europa.
Nosotros no necesitamos para llegar arriba un trato de favor descarado; otros sí: pregunten al Chelsea (2009); al Milán (2006); al Madrid (2011…y 1960). O al Depor (1994) y previamente al Tenerife. Bueno, a “eso” mejor no le pregunten; no es una víctima sino un verdugo reincidente; pero ya le llegará su sanmartín y le tocará pagar los atrasos con intereses; como todos los enemigos y sus voceros. Nosotros ni olvidamos ni perdonamos. Y no nos rendimos nunca.
Así que la respuesta al título de este artículo es que lo importante es ser fiel a los verdaderos principios que constituyen la identidad de nuestra institución; esa es la verdadera meta a alcanzar, saber mantenerse en el espíritu de entrega indoblegable que nos ha hecho famosos. En cambio, no se nos asocia con el conformismo.
Los medios o los fines perseguidos no son más que una consecuencia de quiénes somos, de nuestras posibilidades deportivas y económicas, y de cómo hay que saber actuar según las circunstancias (como diría Ortega). ¡Ojalá disputemos todos las competiciones deportivamente! Naturalmente, eso no significa que tengamos que ser siempre campeones; sabemos que no podemos ganar todos los años; pero otros deberían saber que tampoco es normal que perdamos tanto sin tomar conciencia de que hay gato encerrado.
Por eso, lucharemos si es posible honradamente, pero sin caer en la estupidez de aceptar cualquier situación mansamente; porque, precisamente somos nosotros los que estamos luchando porque no aceptamos que valga todo para ganar; así que, guste o no, la limpieza de la competición depende de nosotros. Son otros los que tienen que dar muchas explicaciones sobre sus “triunfos”; y otros más los que deberían pedírselas si no fueran tan hipócritas.
Por último, dentro de la distinción entre medios y fines, queremos aclarar que, mientras no cambie el reglamento de fútbol, hay que jugar al gol (fin), no a marear la pelota (medio); porque lo importante es ganar los partidos y los campeonatos, no el premio de bellas artes. Lo contrario es, a nuestro parecer, vender el coche para comprar gasolina.
Antonimus.
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