miércoles, 3 de diciembre de 2014

EL SIEMPRE ELUDIDO TEMA DE LA VIOLENCIA EN Y JUNTO A LOS ESTADIOS

Ya se sabe que en España sólo se toman medidas, por muy necesarias que sean previamente, cuando hay algún muerto que lamentar; cuando ya es demasiado tarde para remediar lo irremediable. Pero, por lo visto, nuestras autoridades no saben actuar anticipadamente; porque son dirigentes, sí, pero no los que necesitamos sino los de esta degeneración de país al que no queda más remedio que llamar Mierdaña.

Nuevamente un muerto, un aficionado más asesinado junto al Vicente Calderón; nuevamente a manos de la afición patética. Como sólo han pasado 16 años entre uno y otro crimen, es de suponer que todavía no le ha dado tiempo a la “superioridad” para reflexionar sobre la gravedad de esta situación.

Sabemos de sobra que ahora nos dirán eso tan manido de “han sido un puñado de vándalos, tan sólo una minoría que no representa a toda una afición como la patética”; bueno, si ellos si lo creen…ya se lo cree alguien.

Porque…tan pocos no son esos…elementos. Un grupúsculo de energúmenos no puede imponer sus gritos a todo un estadio, ni mucho menos lograr que cante a coro sus consignas…salvo si hay complicidad. Por eso, los que recordamos al Calderón bramando masivamente al pedir la muerte para Cristiano o Mourinho, incluso con pancartas alusivas, y nunca sancionadas, no admitimos excusas tan pueriles.

¡Anda que no ha disfrutado la mayoría, tanto en las gradas como en las redacciones, llamando a Pepe de todo, incluso asesino (a pesar de que él nunca ha lesionado a nadie y ha cumplido sus castigos íntegros, sin rebajas por “arrepentimiento representado”. Sin embargo, ha sido linchado socialmente una y otra vez; para él no ha habido derecho a la redención, que se otorga incluso a un delincuente tras salir de la cárcel; cuando, en realidad, lo más grave que se le puede echar en cara al portugués es no ser tan listo como otros; o carecer de sus apoyos mediáticos para enmascarar sus infracciones mejor.

Y hablando de agresividad verbal, ¿quién no ha oído en múltiples campos de fútbol españoles amenazas e insultos masivos? Por ejemplo, éste que dice: “Este portugués, ¡qué hijoputa es!” Nunca fueron castigados los estadios en los que era el grito antimadridista habitual, ni cuando llegó Ronaldo a España ni después con Mourinho.

No nos vamos a creer ni una sola excusa de toda la campañita de imagen con la que ahora van a intentar camuflar su responsabilidad, tanto la policía, la delegación del gobierno en Madrid, el ministerio del Interior, el Pateti y sus aficionados como Villar y su incompetente federación (la misma que condonó en 1984, en la final de la Copa de España de 1984, la sanción ejemplar que se merecía la pelea generalizada entre el Atávico de Bilbao y el Farsa: de aquellos barros, estos “locos”).

Todos sabemos que el Patético, pese a lo mucho que dice que lo ha intentado, aún no ha encontrado (ni encontrará) al que le dio con un mechero a Cristiano en la cabeza. Y el Calderón sigue sin ser cerrado (tampoco hubo sanción cuando le pasó lo mismo a Roberto Carlos en el Campo Nuevo del Farsa). Por una nimiedad así no se cierra un estadio en España, ¡por favor! Así que, luego, cuando se llega a “lo otro”, ya es demasiado tarde, pero sigue sin importarle a nadie en realidad (más allá de guardar las formas). Pero somos conscientes del “clima que existe; de que ante la violencia no hay nada peor que la impunidad, porque realimenta con su ejemplaridad negativa la violencia futura (y la revancha del rival).

Asimismo recordamos como fue indultado el Farsa tras el “cochinazo”, nada casualmente, por el mismo Villar, que (asusta recordarlo) es presidente de la federación española de fútbol desde ¡¡¡1988!!! ¡Un individuo que no sabe ni hablar en público! ¿A qué objetivo inconfesable obedece que ningún poder público de este estado se haya ocupado de él hasta ahora para echarlo del predio particular en que ha convertido una institución oficial?

Tampoco es un secreto la tolerancia infinita con los símbolos políticos separatistas, violentos y antiespañoles en los campos “del norte” durante décadas, donde las banderas ilegales nunca han sido retiradas; entre otras cosas porque era la policía española la que tenía que andarse con cuidado, pues la politización del fútbol en esos ámbitos era sobradamente conocida, pero no era (ni es aún) políticamente correcto reprimirla. Al punto al que hemos llegado, el problema es que las costumbres se hacen ley ante el vacío de poder y ahora va a ser muy difícil recuperar el terreno perdido para hacer imperar en él la fuerza de la ley.

Que no se nos olvide otra variante muy practicada de la violencia del entorno futbolístico: apedrear el autobús del Madrid; por supuesto sin la menor consecuencia; incluso cuando hay reiteración y hasta se sabe de antemano en que lugares se recibe a nuestros jugadores con especial inquina.

¿Cómo puede esperarse que los mismos poltroneros que llevan “dirigiendo” el fútbol español durante 26 años tan nefastamente vayan ahora a arreglar lo que, en gran medida, ha llegado a pudrirse tanto por su culpa? ¿Cuántas muertes ocurridas durante sus mandatos acumulan ya, sin haber hecho nada al respecto, salvo soltar alguna lagrimita de cocodrilo, adecuadamente acompasada con la marcha fúnebre del funeral de turno? ¿No es corrupción tolerarlos ahí por más tiempo sin pedirles en un tribunal responsabilidades penales, o al menos civiles, como la inhabilitación para el cargo público que no saben o quieren desempeñar?

Este problema tiene sólo una salida y es la que sirve para mandar definitivamente a la puñetera calle (o a la cárcel) a los ultras desde los sitios que han venido ocupando en los estadios españoles durante muchos, muchos años (sólo el Farsa y el Madrid han adoptado estas medidas, y por propia iniciativa, que conste). Y también sería necesario que desfilen con esos salvajes los periodistas y los dirigentes, voluntariamente incapaces o “comprensivos”, que han sido sus colaboracionistas necesarios; pues éstos, al tolerar (y hasta alentar) a aquéllos, han aumentado su fuerza y su “popularidad” entre la masa descerebrada, tan excelentemente representada en este estado impresentable en el que vivimos.

Sinceramente, dudamos mucho de que esta vez se vaya a ir en serio contra la violencia de dentro y fuera de los estadios de fútbol españoles. Y si los que “mandan” no saben qué hacer, que copien de los británicos, que hace tiempo que agarraron este toro por los cuernos y recondujeron el problema hasta hacerlo manejable.

Cibeles Madridista.

Post scriptum: ¿No vendría bien, de paso, acabar también con la violencia tolerada sobre la hierba de esos mismos campos de fútbol? ¿Cuánto más se va a tolerar la estafa que supone cobrar entradas por un partido de balompié y acabar ofreciendo sólo lucha libre? Y que se ocupen también de los entrenadores que jalean desde la banda a sus aficionados en lugar de dar lecciones de deportividad. ¿Somos los únicos en pensar que hay una retroalimentación, una emulación recíproca entre los energúmenos que visten de corto y los que agreden de largo?

No hay comentarios: