Como
siempre que el Madrid tropieza, frecuentemente “ayudado”, los carroñeros de la
prensa abandonan sus cubiles y salen a lo suyo, que es buitrear: atacarnos todo
lo posible e intentar de alguna manera escaparse del silencio insignificante al
que los reduce Mou con su bloqueo informativo.
Así
que vienen estos “notarios de la verdad” dándonos clases no pedidas sobre lo
que hay que hacer para ser un equipo triunfador y nos comunican que, al
parecer, se ha dado con la fórmula mágica que, asombrosamente, concilia la
defensa sacrosanta del bien (general) del fútbol con la conquista (particular)
de éxitos para sí. Y nos lo vienen a decir a nosotros, que fuimos los que
enseñamos a todos los demás a ser un gran club y a hacer historia.
Pues
no. La tarea que le toca al Madrid actual no es un descubrimiento ni una
conquista de “territorios” ajenos sino una reconquista de sus auténticos
orígenes. Se trata de volver a ocupar nuestro sitio, el lugar que sin duda nos
merecemos, exactamente por encima de todos los demás equipos del mundo. Para
lograrlo, no necesitamos más que volver a utilizar el método con el que edificamos
nosotros mismos ese pedestal.
Hubo
un factor que acabó con la sequía de títulos del Madrid en Liga (desde antes de
la Guerra Civil )
y en la Copa (apenas
dos títulos de quince posibles, y sólo a partir de la derrota del Eje en la Segunda Guerra Mundial), pero
no se llamaba Franco sino Santiago Bernabéu, que ese año logró fichar a Alfredo
Di Stéfano y puso en marcha la
Fábrica de Títulos.
Hay
que contextualizar este hecho recordando que, “en los viejos tiempos previos”,
cuando, en 1950, quiso el Madrid hacerse con los servicios de Kubala, el régimen
“madridista”, representado adecuadamente por la federación de fútbol de la época,
lo impidió, para, inmediatamente, permitírselo al Farsa; a pesar de que ello
vulneraba la legislación, según dicha institución. Así de poderoso
políticamente era el Madrid de la postguerra.
Bernabéu
no era un pusilánime y sabía lo que quería, es decir, lo que le hacía falta al
Madrid para ser grande. Empezó por construir un gran estadio (1947), pero, como
se decía entonces, “el Madrid tenía un estadio de primera y un equipo de
segunda”; de hecho, a punto estuvo de bajar de categoría.
Sin
embargo, con el campo ampliado, el Madrid obtenía más recaudación y con el
tiempo eso le permitió una política de fichajes ambiciosa cuyo elemento
decisivo fue la Saeta Rubia.
Para traerlo, no le tembló la mano a Bernabéu, que se propuso conseguirlo a
toda costa.
Si
algún antimourinhista quiere explicarme qué es eso del “señorío”, que se fije
en la actuación del presidente madridista en este asunto, donde lo único que
importó fue obtener el resultado buscado “por lo civil o lo criminal”, no “los
valores”; pues, después de lo de Kubala, no nos íbamos a seguir creyendo las
supuestas “reglas del juego”. Está claro que en la vida hay que enseñar los
dientes de vez en cuando y, llegado el caso, también hay que clavarlos. Dicho
de otra manera: hay que hacerse respetar; y si no temer.
Presidente
y jugador coincidían en su carácter ambicioso y luchador, y ello permitió que
el Madrid se convirtiera en el mejor equipo de todos los tiempos “por derecho
de conquista”, pese a los múltiples celos y recelos que despertó en España y en
el extranjero.
Sabemos
que el Madrid del Quinquenio de Oro es seguramente irrepetible; no obstante, el
club ha tenido otros equipos muy grandes: la Quinta del Buitre o la Edad de Plata Europea (tres
Champions en 5 años). Estos éxitos no nos impiden reconocer que también ha
tenido épocas de decadencia. Ésta hay que aceptarla por inevitable, pero nunca
con complacencia, por muy “elegante” que sea tal reconocimiento, sino que hay
que enfrentarla con deseo de superación, aunque cueste muchos esfuerzos volver
a estar arriba.
Invito,
pues, a los madridistas a conocer quiénes somos y de quiénes provenimos, pero
sin hipocresías ni omisiones; porque don Santiago y Alfredo no eran unos angelitos
sino unos tigres hambrientos y peligrosos, implacables con sus adversarios. Su “señorío”
no es otra cosa que el territorio que controlaban como señores, es decir, como
vencedores, después de la batalla. Lo demás, la hagiografía barata sobre sus
“vidas ejemplares”, mejor ni la comento: es el opio del derrotado mentalmente ya
antes de luchar que intenta justificarse así.
Será,
quizá, porque hemos vuelto a ganar títulos últimamente, incluso en la presente
temporada, y volvemos a ser peligrosos; o será, simplemente, por la actual
alineación de los astros; el caso es que se ataca sin cesar el Madrid de Mou
por la falta de “estilo” incluso cuando gana (por ejemplo, la Liga de los 100
Puntos).
Pase
que los adversarios perros nos ladren, pero que no se enteren de la diferencia
funcional entre su culo y su cabeza algunos de nuestros propios seguidores sí
que es preocupante. Porque el modo de trabajar de Mou no puede ser más parecido
al del Madrid de Bernabéu-Di Stéfano. Basta ver el volumen de las críticas
mediáticas al portugués para comprender la importancia real de la labor de
rehabilitación del madridiismo que está haciendo.
Por
lo demás, no se podrá hablar de una afición madridista madura mientras que
aplauda a en el Bernabéu a un rival, a Llorente, y no a Rolando (incluso
jugando tocado todavía por una agresión descarada e impune). Se ve que aún no
sabe quién es ella y quién defiende sus intereses.
Entre
otras lindezas que circulan por los medios, en el MUNDO, en el foro “Libre
directo”, hay un tal Orfeo Suárez
que se permite titular una de sus deposiciones “Atila en la
Castellana ”:
Hay
que reconocerle algo más de interés a su columna de lo corriente en estos casos
(cosa bien fácil de conseguir, por otra parte, dada la baja estofa habitual),
pero, reincide en lo de siempre: empieza queriendo enseñarnos a hacer hijos al
estilo farsalán a los que inventamos la reproducción (triste monomanía en la
cual malgasta más de la mitad de su artículo; pero, aún así, supongo que por
falta de espacio, no habla de los “pañales” que se ponía el Farsa de Cruyff
cada vez que visitaba el Bernabéu).
Hablemos
ahora de quién se beneficia en esta época “autonómica” del poder fáctico en España. Si fuera el
Madrid, seguro que no se podrían hacer encerronas como constantemente le sucede
en muchos antros de provincias, con agresiones incluidas. Entonces, ¿quién?. Un
profesional de la información se lo preguntaría. Pero, claro, Vds. son
meramente portavoces de quien manda; investigar no es ya su cometido.
Pues
bien, ya que de lo que estamos hablando no es de fútbol sino de poder fáctico,
yo acuso a los medios periodísticos actuales de actuar “propagandísticamente”
contra el Madrid y a favor del Farsa porque así se ha decidido en las “esferas”
adecuadas (no sólo españolas). ¿Con qué finalidad? Bueno, Mas lo ha dejado
bastante claro: o nos dais más o nos vamos; así que empezad a mandarnos
“cariño”. Y el cariño se deja notar en todo tipo de medidas y contramedidas:
¿Sólo
me llama la atención a mí que el último partido de Liga del Madrid se tuviera
que jugar el sábado de “reflexión” antes de una especie de referendum
soberanista en Farsaluña? No se podía mandar mejor mensaje que una derrota de
los merengues para convencerlos de que no se vayan.
Más
facilito aún: el Madrid no está jugando contra rivales futbolísticos sino
políticos (independentistas) y el “juez”, el estado, aún español, ha decidido
que es mejor abandonar a los leales y tener contentos a los rebeldes, no sea
que se independicen. Y mientras, todos los emborronapáginas, se dedican a
trabajar “en la dirección del Führer”, “al dictado”, para mayor gloria de la Verdad , la Independencia y
la…Paga.
Tampoco
extraña a estas alturas que mientras a cierto jugador de un equipo tan “influyente”
como supuestamente es el Madrid se le puede abrir la ceja en una agresión tan
descarada como impune, “otro” juega dentro de un “corralito” arbitral a donde
ninguna coz ni ningún codazo accede; aunque, curiosamente, semejante blindaje
no impide que desde el interior salgan esputos y menosprecios (incluso para sus
compañeros de equipo) sin la menor dificultad. Ni consecuencia. Ni crítica.
En
cuanto a la “historia”,
le recordaré al Sr. Suárez que, posiblemente, Atila mató a menos gente que
Alejandro el Magno, pero a éste nadie lo llama Alejandro el Genocida y esta es
precisamente la cuestión principal.
Al
final importa mucho menos lo que se hace que cómo se cuenta (por los cronistas).
Y si hay algo innegable y negativo en Mou es que ni él en particular ni el
Madrid en general disponen de apoyos en la prensa deportiva madrileña como para
que se oigan suficientes voces postulándose a su favor. Así que no es extraña
la tendencia predominante antimadridista.
En
cuanto a que el Madrid fue “Atenas” y no “Roma”, aquí ya me río sin disimulos:
Atenas fue una polis o ciudad-estado, ciertamente, pero no por eso era menos
deletérea o “imperial” que Roma. Y, en
contra de lo que suele comentarse, también se expansionó o, al menos, lo
intentó hasta que se lo impidieron, por este orden, Esparta y Macedonia (la de
Alejandro el Santo, no la de ahora). Y si tiene Vd. alguna duda sobre mi
crítica a la “democrática” Atenas, infórmese sobre en qué consistió la Liga de Delos que “lideró” la
actual capital griega y sobre qué “valores” usaron los atenienses para
“controlar” tal “alianza”.
Y
sí que vamos a destruir bastantes cosas: todo lo que se nos ponga por delante o
tenga que ver con nuestros enemigos. Y lo son todos los que nos atacan; no sólo
en el campo.
Así
que, al final, lo que pasa con la
historia (o con las historietas que se cuentan, mayormente por encargo) es que
unos escardan la lana y otros se la llevan “puesta” por hablar “debidamente” y
“hacer historia” a favor de quien “se lo merece”.
Pero,
hablando de emolumentos: al final todo se paga; porque, como decía Bernardette
Devlin, en la vida todo tiene un precio, tanto lo que hacemos como lo que no. Y el Madrid ni perdona ni olvida las deudas
pendientes.
Antónimus.
1 comentario:
Aclarar que deportivamente el Real Madrid empezó a dejar en segundo plano en la década de los 50 al Atlético de Madrid, no al Atlético de Aviación (1939 - 1947). La diferencia fundamental entre Bernabéu y Mourinho es que Mourinho es un personaje ensoberbecido por su indudable éxito que se aprovecha del Madrid para engrandecer su figura, mientras que Bernabéu hizo del Trampas (equivalente a lo de Patético) lo que es sin necesidad de ponerse medallas. Por lo demás, desde mi campamento en la ribera izquierda del Manzanares, sencillamente chapeau.
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